El pasado 6 de septiembre de 2011 falleció en el exilio Su Alteza Imperial y Real Félix de Austria-Hungría. Nacido el 31 de mayo de 1916 en el palacio de Schönbrunn en Viena, y bautizado días después, el 8 de junio siguiente, con los nombres de Felix Friedrich August Maria vom Siege Franz Joseph Peter Karl Anton Robert Otto Pius Michael Benedikt Sebastian Ignatius Marcus d’Aviano, era el tercer hijo varón del beato Carlos de Habsburgo-Lorena, último emperador efectivo de Austria y rey apostólico de Hungría, y de su esposa legítima, la emperatriz Zita de Borbón-Parma, hermana de S. M. C. Javier I, último Rey legítimo de las Españas.
El archiduque Félix tenía menos de tres años cuando el llamado Imperio Austro-Húngaro colapsó tras su derrota en la Gran Guerra de 1914 a 1918. Finalizada entonces la Primera Guerra Mundial, con el apoyo de las potencias de la entente, estallaron revoluciones que proclamaron repúblicas en los antiguos reinos y provincias de la monarquía danubiana. El beato Carlos y su familia debieron exiliarse. Tras un breve paso por Suiza, recalaron en la isla portuguesa de Madeira en 1921. El cuerpo enfermo del Emperador no soportó el rudo clima de la isla y, un año después, el 1º de abril de 1922, moría.
En el otoño de 1937, durante el breve gobierno de Kurt Schuschnigg, continuador del régimen social-cristiano de Engelbert Dollfuss, se permitió al archiduque Félix asistir a la Academia Militar Teresiana de Wiener Neustadt. Sin embargo, durante la invasión nazi de Austria, junto con sus hermanas, Adelaida y Eugenia, Don Félix se exilió nuevamente, esta vez en Checoslovaquia.
Viviendo en los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, los archiduques Félix y Carlos Luis se presentaron voluntarios para servir en un batallón en organización compuesto de exiliados austríacos. Pero lamentablemente, por cuestiones políticas y otras, dicho batallón de infantería no llegó a estar en actividad.
A fines de los ’40, el archiduque Félix se estableció en México, donde, allí donde su tío abuelo Maximiliano había sido brevemente Emperador, quedaría definitivamente y criaría su familia.
A diferencia de su hermano Otón, el primogénito y príncipe heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Félix siempre rehusó renunciar a sus derechos. Por esta razón, al contrario de sus otros hermanos, nunca pudo regresar a Austria, excepto en 1989, tras obtener un permiso de tres días para asistir al funeral de su madre, la emperatriz Zita.
El 10 de marzo de 1996, contando con casi 80 años, cruzó la frontera austríaca de manera ilegal desde Alemania y dio una conferencia de prensa que fue ampliamente publicitada. El gobierno austríaco lo expulsó y amenazó con iniciar acciones judiciales si volvía a intentarlo. Finalmente, junto a su hermano Carlos Luis, llegaron a un acuerdo por el cual, sin renuncias al trono, a la familia imperial, ni a los bienes familiares, pero declarando fidelidad a Austria, se les admitiría.
Así, en junio de 1998, comenzaron ambos acciones judiciales para lograr el reconocimiento de los bienes familiares, especialmente aquellos que pertenecían a la familia imperial en forma privada por provenir de su antepasado el duque Francisco de Lorena, Sacro Emperador Romano.
El 3 de octubre de 2004 tuvo la dicha de presenciar en Roma la beatificación de su padre, ceremonia presidida por el Santo Padre.
En sus últimos años, el archiduque Félix, quizá el último heredero legítimo al trono imperial de Austria, vivió en el exilio en Colonia San Ángel, barrio de la Ciudad de México que se destaca por su arquitectura colonial típica. Allí falleció la semana pasada.
Estaba casado desde el 18 de noviembre de 1952 con la duquesa Ana Eugenia de Aremberg (†1997), con quien tuvo siete hijos (Carlos Felipe, Raimundo, Esteban, María del Pilar, Kinga, María Adelaida “Miriam” y Viridis) y unos cuantos nietos, casi todos ellos residentes en México y que han demostrado en diversas oportunidades su simpatía por el tradicionalismo hispánico.