viernes, marzo 23, 2007

Hispanidad y Carlismo

Y en este momento viene a mi memoria… América, que no está nuestro porvenir sólo en la Península y en el Estrecho, que está en América también.



Ya lo dije un día: la cordillera Cantábrica es un brazo de España, y termina en Galicia su mano, y tiene un índice, Finisterre, que, con la sombra temblorosa que proyecta en el mar, está señalando a América.


Cuando hablamos de cuestiones internacionales, no debemos apartar nunca de nuestra mente y de nuestro corazón a América. Señores, contando a Cuba, a Puerto Rico, y a las pequeñas Antillas, nosotros hemos creado veinte estados que están bañados por nuestra civilización, y un estadista verdaderamente español debía aprovechar todas las ocasiones para dirigirse a ellos y decirles: Os hemos dado nuestra fe, os hemos dado nuestras costumbres, porque nosotros os hemos llevados hasta el gobierno representativo y hemos celebrado las primeras Cortes del Nuevo Mundo. Nosotros os hemos dado aquel municipio glorioso de las ordenanzas seculares de Alonso de Cárdenas, que sirvieron, en el siglo XVIII, de base al de los Estados Unidos y del cual nosotros sacábamos la copia, sin saber que el original lo teníamos en la propia casa; nosotros os hemos dado las leyes inmortales de Indias que no había dado jamás ningún pueblo; aquellas leyes en las cuales, en todos los litigios, se prefería al indígena sobre el peninsular, y que establecieron en el siglo XVI la jornada de ocho horas para los indios mejicanos; nosotros hemos cubierto en poco más de un siglo, desde la época del descubrimiento, de universidades y de escuelas el continente americano, en tal forma, que su catálogo, todavía incompleto, produce verdadero asombro; nosotros os hemos dado nuestro carácter con sus virtudes y sus defectos, y la sangre española que corrió durante siglos y siglos, despoblando el patrio solar; y, por manos de apóstoles y de héroes, hemos arrancado del tronco peninsular ramas frondosas y las hemos injertado en las razas indígenas, a las que hemos sellado con el sello indeleble de nuestra civilización, de tal manera, que si un cataclismo geográfico hundiera parte del continente americano, no podrían las olas cubrir la cruz de nuestros misioneros, ni el murmullo de esas olas apagar las estrofas de nuestra lengua, y todavía andarían errantes sobre ellas las sombras de Hernán Cortés y de Balboa, para decir a los supervivientes que, en la hora en que la madre Patria disminuye de vida, tienen ellos obligación de devolvernos algo de lo que les dimos y de fundir su vida con la nuestra para formar un imperio espiritual que sea todavía más ilustre y más grande que nuestro antiguo imperio.



-- Juan Vázquez de Mella, discurso en el Congreso del 28 de mayo de 1914,


citado en Juan Vázquez de Mella, “El tradicionalismo español: Ideario social y político”, estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra (Buenos Aires: Dictio, 1980 [2ª edición revisada de la aparecida en Madrid en 1953]).


Imagen: Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por Su Majestad, para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los Indios: que se han de guardar en el Consejo y audiencias reales que en ellas residen: y por todos los otros gobernadores, jueces y personas particulares de ellas [Alcalá de Henares: Juan de Brocar, 1543].

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