De entre todos los veteranos carlistas que arribaron a estas tierras a fines del siglo XIX, quizá el que mayor protagonismo tuvo en el nuevo país fue Félix Ortiz y San Pelayo.
Félix había nacido en Azpeitía, Guipúzcoa, el 20 de noviembre de 1856. Provenía de una familia de buena posición y su padre había sido un médico famoso. Con su padrino, el organista José F. Aldahor, comenzó a estudiar música siendo aún niño. Comprobadas sus habilidades musicales, en octubre de 1872 se matriculó como alumno de la Escuela Nacional de Música y, dos años después, realizó estudios en el Conservatorio de París. Finalmente, en junio de 1879 obtendría el Primer Premio en los Concursos Públicos de Armonía, lo que le hubiese abierto las puertas para una duradera carrera como compositor e intérprete musical.
Sin embargo, contemporáneamente había estallado la Guerra Carlista. Y Félix, fiel a sus ideales católicos, se alistó en las huestes de Don Carlos. Poco sabemos de su actuación excepto que llegó a alférez. Terminada la guerra, marchó al exilio.
A fines de 1879 llegó así a la Argentina. En la Escuela de Música de la Provincia de Buenos Aires fue contratado como profesor y, al mismo tiempo, comenzó a dirigir la primera de muchas orquestas de zarzuelas con las que andaría en los años siguientes. Ya el 27 de mayo de 1880, con el auspicio de la sociedad vasca Laurak Bat, estrenó en el principal teatro de Buenos Aires, el de la Victoria, su vals brillante para piano "A las playas españolas".
Dos años después estrena dos zarzuelas, "El medallón" y "De Rusia a Valladolid". El 23 de julio de 1882 estrena su "Misa concertada a cuatro voces con acompañamiento de órganos", y que acompañaría una Misa celebrada en la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, en la Recoleta, el 8 de septiembre siguiente.
Habiendo transcurrido tres años en la Argentina, regresó a su ciudad natal, junto a un amigo argentino, joven de padres vascos, Ibarlucea, con quien visitaron amigos y familiares, para pasar luego a Italia, donde pretendían perfeccionarse. José Manterola, desde las páginas del periódico bilingüe Euskal-Erria, se hizo eco del acontecimiento y saludo al joven músico. En Milán, junto a los principales maestros de música de la época, Ortiz y San Pelayo pasó tres años.
En 1885, acompañando con su orquesta al pianista francés Alphonse Thibaud, regresó a la Argentina. Tanto Thibaud como Ortiz y San Pelayo se quedaron.
Ese mismo año, Félix estrenó una "Cantata vasca" y dos años después, una "Tercera fantasía vascongada". Ese mismo 1887, Ortiz y San Pelayo fue designado profesor titular de Música en el Colegio del Salvador de los padres jesuitas, cargo que ocuparía durante décadas.
El 18 de febrero de 1900, Ortiz y San Pelayo estrenó en el Teatro de la Victoria, ante numeroso público, su ópera "Artzay Mutilla", cantada completamente en vasco. Es ésta, según los críticos, su obra cumbre y, además, cuenta en su haber con ser la primera ópera en vascuence compuesta y estrenada fuera de las Vascongadas.
Mientras tanto, Félix Ortiz y San Pelayo no se desantendía de los asuntos políticos y sociales de España y los españoles residentes en el exterior. Fue así como participó en 1896 de la fundación de la Asociación Patriótica Española, cuyo fin originario había sido apoyar a España durante la Guerra de Cuba, no sólo contrarrestando la propaganda liberal, sino también llegando a financiar la compra de un buque de guerra. Las actividades de la Patriótica no se limitaban a estos aspectos, sino que también incluían la difusión cultural y el apoyo económico de los inmigrantes españoles en la Argentina.
Estando al frente de la Patriótica, en 1900, Félix solicitó al presidente argentino Julio A. Roca la supresión de ciertas estrofas del Himno nacional de este país que eran injustamente hirientes con lo español. Obtenido este fin, la Patriótica agradeció el gesto convocando a todos los españoles residentes en Buenos Aires a participar efusivamente de celebraciones festivas frente a la Casa de Gobierno. La colectividad española acudió en masa y las actividades fueron seguidas con interés desde los balcones de la Casa Rosada por el presidente Roca y sus ministros.
No todos los españoles residentes en la Argentina estaban de acuerdo con estas políticas de la Patriótica, y de esa fecha data una de las numerosas polémicas que Ortiz y San Pelayo sostendría durante su vida. Esta vez fue Grandmontagne quien escribía con sorna, "se hace más por la patria vendiendo aceitunas españolas que ensayando un himno de confraternidad hispanoamericana, del cual nos reímos todos hispanoamericanamente". En cualquier caso, los encuentros de confraternidad que de ahí en más organizaría la Patriótica Española fueron siempre exitosos.
El Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Espinosa, fue buen amigo de Félix Ortiz y San Pelayo, y lo animó a ejercer la docencia musical para el clero bonaerense. En septiembre de 1901, con dirección en la calle Lima 507 de Buenos Aires, domicilio de los Ortiz de San Pelayo, comenzó a publicarse La Lira Sacra: Periódico de música sagrada, con aprobación, bendición y recomendación del arzobispado.
Como otros carlistas inmigrantes, tal el caso por ejemplo de Francisco Durá, Ortiz y San Pelayo se pasó al integrismo, acompañando el cisma de Nocedal y Romea. A diferencia de los carlistas que seguían fieles a Don Carlos, acaudillados por Francisco de Paula Oller, que permanecieron en general actuando entre la colectividad española, los integristas se sumaron a las luchas de los católicos argentinos contra las políticas laicistas de los gobiernos de la República Argentina. En este carácter, Ortiz y San Pelayo se unió a la Asociación Católica de Estrada, Achával Rodríguez, Lamarca, etc., también conocido como "Club Católico".
Aunque luego de 1890 el Club Católico disminuyó mucho su incidencia, siguió colaborando activamente durante décadas, hasta su desaparición, integrando su Comisión Directiva y Revisora de Cuentas. Incluso estuvo entre quienes lo reformaron en 1905 y participó de la Liga Social creada por Emilio Lamarca.
Siendo terciario franciscano, fue también presidente del Directorio Nacional de la Venerable Orden Tercera. Y desde allí presidió su Congreso Nacional de 1906, donde expuso acerca de "El porvenir de la Democracia Cristiana" (se refiere al concepto de democracia social de León XIII y no a la democracia política).
En cuanto a los asuntos de la colectividad española en la Argentina, integristas y carlistas sí colaboraban. Ortiz y San Pelayo, junto a Francisco de Paula Oller, Mons. Villanova Sáenz y Ramón Parborel, fundó, en abril de 1907, la Sociedad Española de la Virgen del Pilar. Por unanimidad, Félix Ortiz y San Pelayo fue designado su primer presidente. Ese mismo año, tuvo también el honor de dirigir la orquesta durante la Misa cantada que ofreció Mons. Espinosa en la iglesia del Pilar con motivo del 50º Aniversario de la Asociación Española de Socorros Mutuos, a la que también pertenecía.
Nuevamente, el 26 de septiembre de 1907, volvió a verse junto a carlistas, compartiendo la Comida de Confraternidad Hispano-Argentina que brindaron el Diario Español y la revista Caras y Caretas. En la foto publicada en esta última, puede verse a Ortiz y San Pelayo junto a J. G. Alvarez, director en esa época de El Legitimista Español.
En la década de 1910, lideró un frente de carlistas, integristas y demás "españolistas" que se hacen con el control del Laurak Bat, desplazando a los nacionalistas. Ortiz y San Pelayo sería presidente de la sociedad vasca en los períodos 1912-1913 y 1916-1917. Los "españolistas", como eran apostrofados por los nacionalistas vascos, lograron mantener este control casi hasta fines de la década de 1920. En 1912 los sectores nacionalistas habían editado en Buenos Aires el ensayo de Sabino Arana El Partido Carlista y los fueros vasco-navarros, que fue muy combatido por Ortiz y San Pelayo.
El bienestar de la colectividad española en la Argentina seguía siendo su principal preocupación. En 1907, estando al frente de la Patriótica, escribía: "La Patriótica Española empieza por recoger a los españoles que a sus puertas acuden en busca de colocación, llegando a cifras fabulosas los que por su mediación han hallado empleo. Ella promueve esa deliciosa corriente de cariño entre las naciones americanas y España; ella crea los bonos para dar de comer y hospedaje a los españoles necesitados; ella suministra pasaje gratis y a bajos precios a los compatriotas que por enfermedad quieren reimpatriarse; ella se ocupa en varias ocasiones de facilitar el indulto a prófugos y desertores, sin que les cueste ni el valor del papel en que se extienden las solicitudes, ni el trabajo de extenderlas; ella suministra datos que le son requeridos desde España o por españoles residentes en el extranjero". En 1912, la Sociedad del Pilar, aún dirigida por Ortiz y San Pelayo, envió una circular, firmada por él y el secretario Ernesto Sureda, convocando a la colectividad española a formar una institución para proteger a las mujeres inmigrantes españolas que llegaban a Buenos Aires, solas y expuestas a toda clase de peligros, a veces engañadas por sus mismos parientes y coterráneos. El 30 de agosto, en consecuencia, bajo la guía espiritual del Padre Masferrer, se fundó el Patronato Español.
En 1910, con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo, la figura de Ortiz y San Pelayo adquirió nuevamente protagonismo. La visita de Valle Inclán y de la "infanta" Isabel a la Argentina fueron motivo de agria controversia entre sectores carlistas e integristas.
En tanto dirigente de la Patriótica, Ortiz de San Pelayo estuvo en la comisión que recibió a la Infanta. Acusados de traición, especialmente aquellos integristas que provenían del carlismo, éstos, a su vez, señalaban las heterodoxias de Valle Inclán que los carlistas parecían pasar por alto.
Cuando en 1913, Manuel Gálvez y Delfina Bunge regresan de su luna de miel por España y el primero publica El solar de la raza, Ortiz y San Pelayo —“vasco archicatólico, tradicionalista y rabioso, personalidad recia y de más méritos personales que literarios”, según Gálvez— le ofreció un banquete en su honor.
La Guerra Mundial trajo nuevas controversias. Producido el cisma de Vázquez de Mella, el veterano dirigente carlista Francisco de Paula Oller fundó en Buenos Aires el periódico España para sostener la causa del mellismo. Liderando a integristas y jaimistas, Ortiz y San Pelayo dirigió duros ataques a las tesis mellistas desde su columna en el Diario Español. Oller replicó también con fuerza a su antiguo amigo.
En 1917, Ortiz y San Pelayo publicó su Vindicación de los españoles en las regiones del Plata, recordando no sólo la aportación de los españoles al desarrollo de la Argentina, sino también la intervención de los mismos en la misma España, contra quienes los acusaban de desinteresarse de las preocupaciones de su patria.
En su carácter de Presidente de la Asociación Patriótica Española, y representando a 397 sociedades hispánicas de la Argentina (sólo faltaban las socialistas, republicanas y laicistas), Ortiz y San Pelayo pronunció el discurso de recepción de los aviadores del hidroavión “Plus Ultra” en Buenos Aires: “¡Qué triunfo para España! ¡Qué gloria para la patria querida del alma, contra la que siempre se cebaron la maledicencia, la insidia y la intriga ocultando sus proezas con los gases asfixiantes de la leyenda negra!”, dijo. En 1929 trajo a la Argentina a José Millán-Astray, cuyas azañas se ocupó de difundir, logrando una verdadera gira triunfal.
En la década de 1930, más allá de las controversias, Félix Ortiz y San Pelayo era ya "el patriarca de los españoles". En ese carácter, en 1934, tuvo a su cargo la conferencia inaugural de la Sección Española, durante el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, exponiendo, ante gran parte del clero argentino y dignatarios venidos de todo el mundo, acerca de "El reinado de la Eucaristía en el templo".
Entre otros, fue autor de los siguientes trabajos editados:
Apuntes de teoría de solfeo (1880), que utilizaba en sus clases de la Escuela de Música y, luego, en el Colegio del Salvador.
Tipos del natural (1900), recopilación de artículos.
Pío X y la música sagrada: Comentarios (1904), estudio de la música sacra a la luz de los documentos emitidos por San Pío X.
Los vascos en América (1913), verdadera tesis de sociología sobre los inmigrantes vascos, sus dificultades, vínculos con la madre patria, asociacionismo, etc.
Boceto histórico de la Asociación Patriótica Española: Desde su fundación hasta el Congreso de Sociedades Españolas (1914), documento fundamental sobre la principal asociación española en la Argentina durante décadas.
Españoles y españoles: La colectividad española en la Argentina y los visitantes españoles (1915), crítica de "los señoritos" que visitaban el país haciendo críticas mordases, frente a la verdad del agradecimiento de los inmigrantes con su nueva patria.
Problemas pavorosos: El teatro, los frailes, la ciencia impía (1915), recopilación de artículos polémicos sobre distintas cuestiones.
Vindicación de los españoles en las naciones del Plata (1917), ya nos hemos referido a éste.
Nuestra música: La música española (1920), interesante sistematización de la música española y argentina.
De ciudadanía y de Euskarismo (1924), recopilación de artículos críticos acerca del nacionalismo vasco.
El “Plus Ultra” en Buenos Aires: Historia de un cablegrama que no existió (1926), sobre la llegada del hidroavión que revolucionó la aviación española y argentina.
Teatro Colón: Representación de la ópera “Artzai-Mutilla” (1927), palabras pronunciadas durante el homenaje que se le hiciera al autor en el Teatro Colón de Buenos Aires, el principal teatro de ópera de América del Sur.
Por mi Fe y por mi Patria (1930), recopilación de textos polémicos sobre política y religión.
La emigración y la Fe (1931), nuevo estudio sociológico sobre los inmigrantes españoles y su relación con la fe.
Los ex-soberanos de España: Algunos episodios de la vida de los últimos soberanos españoles, el gobierno de la nueva República española y los últimos acontecimientos (1931), coautoría con el Dr. Carlos Malagarriaga y el Pbro. Dr. Gustavo J. Franceschi.
En 1940, en Buenos Aires, don Félix Ortiz y San Pelayo, músico notable, polemista, activista católico, vasco y patriota español, agradecido con la Argentina y líder de la colectividad española, pasó a la Eternidad. Estaba casado con Luisa Echaniz.
“España se divorció de su legítimo esposo y se ha vuelto a casar con el Liberalismo; y ha buscado un amante en la Masonería; y con su sistema de poliandria y encontrando dos tiranos, se ha prostituido. Mientras Jesucristo era el Noble Esposo de España, ésta marchaba con favorabilísimos vientos, derramando por doquiera la semilla del Evangelio, para justa gloria y renombre de tan amante esposa” -- Problemas pavorosos (Buenos Aires: Editorial "La Facultad", 1915, p. 215).
“Adorámoste, Cristo, y bendecímoste que por tu Santa Cruz redimiste a España de la barbarie arriana, de la musulmana, de la perfidia judía, de las ambiciones y tropelías de países extraños y le concediste días de indeleble e inigualable gloria, regalándole con un Nuevo Mundo, con ejércitos de sabios, de santos, de héroes, con legiones de exploradores que admira el universo mundo, con cuerpo de ejército misionero tan intrépido que no había obstáculo ni dique capaz de impedir que sus esforzados corazones llevaran por todas las latitudes de la tierra nuestra civilización, la civilización evangélica, la que ha redimido a los pueblos de la bestialidad y de la barbarie (…).
“¿Ha dado más honra a España Pi y Margall que San Ignacio de Loyola; es más conocida España por Salmerón que por San Francisco Javier, más admirada por Castelar que por San Francisco de Borja, más enaltecida por las obras vibrantes que salen de las plumas de los sabios del Ateneo que por los PP. Rivadeneyra, Algué, Faura, Civera, Urraburu, Martín y tantísimos otros? (…).
“Levante España la Cruz Redentora que llevó por tierras y mares a todos los extremos del mundo y reine en ella, con dominio absoluto, el Sacratísimo Corazón de Jesús (…).
“¿Hay persona decente que consienta que sus hijos lean las obras de este avaro escritor? (Blasco Ibáñez) ¡Por Dios Santo! ¿Serán capaces los liberales de hacerlo aparecer como maestro de moral? ¿Y permiten que sus esposas e hijas lo lean? Tal vez, pueden creer los airados paisanos del Señor Obispo de Vitoria, que debe conocer a Malthus, que sostiene que hay que poner coto a la procreación. O a Locke y Condillac, que vanamente se esfuerzan queriendo demostrar que el sexualismo explica todos los fenómenos del alma. O a Kant, filósofo copioso lleno de ideas raras sobre la objetividad y subjetividad que nada define, desde que a cada tesis presenta su antitesis correspondiente. Quien dice que cree en Dios, pero que las leyes morales no nos obligan porque vienen de Dios, sino que vienen de Dios porque nos obligan… O de Krausse, ecléctico alemán; o Hegel, que sigue las teorías de Kant; o de Cousin, el institutor de la escuela ecléctica.” -- Un puñado de verdades (pp. 57-9, 61, 202-3)