Aunque el coronel [Vicente] González no se destacó como militar, con ser que tenía prestados largos y buenos servicios, gozaba de cierta influencia legitimada por antecedentes honorables y por sus constantes esfuerzos a favor del orden de cosas radicado en el país. Del punto de vista moral y político, puede decirse que era la personificación más acabada del burgués miliciano, ingenuo y ferviente de esa época; cuyo corazón trabajado por las reacciones de los partidos que habían actuado sin éxito desde 1820 dejando en pos de sí la incertidumbre o el desquicio, había concluido por erigirse en templo de la Federación, donde ardía perenne el fuego del entusiasmo por Rozas que era su héroe, sin que los rigores de una vida de sufrimientos y privaciones debilitaran en lo más mínimo la fibra patriótica que lo empujaba.
Español de nacimiento, hizo sus primeras armas en las fuerzas del rey contra los indios de la frontera de Luján, y asistió en 1807 a las jornadas contra los ingleses en Buenos Aires. Poco después fue destinado a Luján con un destacamento de caballería, sirviendo sucesivamente en la frontera hasta 1820 en que apareció entre los amigos que ayudaron al entonces comandante don Juan Manuel de Rozas a restablecer la autoridad legal del gobernador don Martín Rodríguez. Franco, bondadoso y servidor de quien lo necesitase, se atrajo la buena voluntad acariñada de los habitantes de la campaña donde residía. Esto no obstaba a que de su autoridad practicase una limpieza policial en los vecindarios, engrosando el regimiento que mandaba con los vagos y mal entretenidos que le temían, y quienes encontrando en el óvalo largo y descarnado, en la nariz encorvada y puntiaguda y en los ojos vivos y penetrantes de don Vicente, los perfiles característicos del carancho, -- en lo que acertaron probablemente, como quiera que cada rostro humano refleje el de otro animal, -- dieron en llamarle “Carancho del Monte”; apodo pintoresco que variaban algunos de sus íntimos llamándole familiarmente “don Carancho”, sin que por esto ni por cosas mayores se alterase la habitual bonhomía de don Vicente.
Producida la revolución de 1828 y fusilado el gobernador de Buenos Aires, coronel Dorrego, por orden del general Lavalle que lo venció, don Vicente hizo la campaña contra este último bajo las órdenes de Rozas y de López, encontrándose al frente de su Regimiento Número 2 en los combates del puente de Márquez, de las Vizcacheras, etcétera, etcétera. En 1833, al partir Rozas para la conquista del desierto, dejólos especialmente encargados a él y al señor Manuel José de Guerrico, de remitirle al Colorado los ganados y recursos que enviasen al Monte sus amigos, en vista de que el gobierno le negó lo que debía darle para esa famosa expedición. En 1835 el coronel González fue uno de los que el mismo Guerrico, Capdevila, Burgos, Suárez, Fernández y demás hacendados del sur, presidieron las manifestaciones de las campañas para que se otorgase a Rozas la “suma del poder público”. Él fue también quien con motivo
del fallecimiento de la señora Encarnación Ezcurra de Rozas inició la idea de que los militares llevasen luto federal, colocándose él el primero una cinta angosta roja alrededor del kepi, la cual se generalizó entre los civiles y se llamó “cintillo federal”.
El primer bloqueo y agresiones de la Francia a la República Argentina exaltaron la fibra generosa de don Vicente González, que poseído de entusiasmos juveniles escribió a todos sus amigos sobre el santo deber de resistir “a las escandalosas pretensiones del rey Luis Felipe el guarda-chanchos”, dando él el ejemplo y poniendo su espada y todo cuanto tenía al servicio de la causa nacional. En la guerra civil que se subsiguió a la conclusión del tratado Arana-Mackau, el coronel González, fiel siempre a Rozas y a su partido, que no estuvo un momento inactivo. La intervención anglofrancesa exaltó el sentimentalismo patricio de don Vicente. A su edad, su ardorosa indignación asumió las proporciones de esos furores seniles en los que la imaginación recorre sin cesar el campo del sacrificio heroico, magnificando el espectáculo de la muerte, y pidiéndole alas a la muerte misma para aplastar con ella a todos los enemigos condenados!... En esta época don Vicente recorría con una división ligera las costas del Litoral, y se internaba en el Chaco según las exigencias. No obstante esto, había asegurado de tal manera el camino a la correspondencia que mantenían con él los gobernadores, generales y hombres principales de toda la República, que donde quiera que estuviese funcionaban sin cesar sus cinco secretarios, a los cuales les dictaba cartas que reunidas formarían un volumen de literatura heroico-pintoresca. No había noticia que él no supiese de los primeros, y que él no trasmitiese a todos los puntos de la República, adjuntando los diarios y datos que más de una vez recibía de la misma secretaria de Rozas.
Gustábale imponerse de todo aquello en que él creía encontrar analogía o relación con las cosas del país; y en sus cartas se leía, en seguida de sucesos que habían tenido lugar en la Confederación, referencias a los de Inglaterra, de Francia o España. Una vez terminaba una carta a un amigo a quien le adjuntaba unos diarios de España que registraban algunas ventajas de los carlistas. Don Vicente no sabía a punto fijo cuál era el programa político de los carlistas, y se lo preguntó al general Mansilla, quien dirigía la palabra a algunos personajes en una habitación inmediata… “¿Los carlistas?” Repuso el general que le conocía el lado flaco, y que quiso vengarse quizá de la interrupción, “¿los carlistas?... serán los federales de España.” Don Vicente se limitó por el momento a agregar a su carta esta postdata: “Vamos bien por España.”
Sobre el Coronel Vicente González, el "Carancho del Monte", ver artículo correspondiente de Metapedia.
Sin conocer la anécdota, yo dije hace poco en algún foro, que Rosas había sido un carlista avant la lettre. Tradición, religión y fueros, defensa de las normas culturales imperantes en cada territorio, eso es por lo que luchaban los federales, más allá de un mero antagonismo entre Capital e interior, que es la simplificación que terminó imponiéndose en los libros de historia. El antagonismo existía, pero sólo debiudo a que en Buenos Aires la proximidad del puerto creaba modas intelectuales contrarias a nuestras costumbres (como sigue sucediendo, hoy las llaman "progresistas").
ResponderBorrarLa boina colorada unifica a los carlistas y los federales argentinos, por eso me parece un símbolo muy fuerte.
Estimado Carlos,
ResponderBorrargracias por su mensaje.
Hablar de un carlismo "avant la lettre" es un poco osado. Sí, quizá, podríamos decir que era un tradicionalismo difuso e intuitivo. Y no todo el federalismo, ni todo el tiempo, sino algunos de sus exponentes y en algún período entorno a 1820-1830.
En cuanto a Rosas, es un tema bastante discutible desde todo punto de vista. Empezando porque no era monárquico y por sus innumerables dichos. Ahí tenemos a su hermano Prudencio insertándose en la corte liberal de Isabel II.
Esto no quiere decir que en Rosas no haya innumerables elementos tradicionales, por supuesto que los hay -fue en todo un hombre de su tiempo y de su tierra, y demasiado inteligente para despreciar al hombre de campo como los "doctorcitos" de Buenos Aires y Montevideo-.
Pero más que en la práctica cotidiana de la política donde encontramos esos elementos, en lo doctrinal Rosas no fue de ideas o principios tradicionalistas.