viernes, diciembre 24, 2010

Deseos


Todos los que hacemos el portal Carlismo Argentino

queremos desear a nuestros

correligionarios, amigos, simpatizantes, visitantes y curiosos

una muy feliz y santa Navidad.



miércoles, diciembre 22, 2010

El Cid, Rosas y la cuestión dinástica práctica

A modo de contrapunto, o complemento, del artículo anterior, nos permitimos recuperar el siguiente, autoría de Mario Fidel Bianchetti y que se encontraba publicado en la vieja web de la Hermandad Tradicionalista "Carlos VII".


--------------------------------------


EL CID, ROSAS Y LA CUESTIÓN DINÁSTICA PRÁCTICA

Por Mario Fidel Bianchetti
Buenos Aires — Argentina

La preocupación práctica por la cuestión dinástica tiene en nuestros días a muchos carlistas sumamente ocupados en estos menesteres. No me refiero al trabajo académico de investigación y estudio de las distintas dinastías —que siempre debe estar presente entre quienes conocemos como ideal a la sociedad monárquica— sino a la preocupación actual y sin poder que lo sustente por decidir quién debe ser reconocido como el sucesor legítimo de la Corona Española, oponiéndose a quienes intenten hacerles reconocer la esterilidad de estos desvelos.

A pesar de su buena fe, en las actuales circunstancias sufrimos la incapacidad material de ofrecerle al —aun suponiéndolo legítimo— heredero de la corona... ¡sobre qué reinar!

Hoy por hoy, lamentablemente —aunque resulte doloroso decirlo— no podemos hacer más que difusión de nuestros principios, y aún esto con gran esfuerzo, conscientes de que la coronación del rey legítimo, en el mejor de los casos, no va a ocurrir antes de uno o dos siglos, lo cual es muy optimista teniendo en cuenta el tiempo que llevó al enemigo hacer el trabajo inverso.

A fin de aclarar estas afirmaciones ensayaremos, en un par de ejemplos de la historia patria, la exposición de circunstancias que fueron propicias para atender la cuestión dinástica práctica.

Estamos tan lejos de la monarquía legítima que a veces —debido al brillante trabajo del enemigo— nos cuesta reconocer ¡qué es lo que debemos revertir...!

Y es por eso la tan grande confusión cuando de asignar títulos de héroes y próceres se trata, sin distinguir quiénes han orientado sus esfuerzos y aún sus vidas en la defensa o recuperación del Imperio Cristiano y quiénes, aún defendiendo principios cristianos, lo han traicionado. Decimos esto teniendo por verdad incontestable que lo único que puede contrarrestar el avance del gobierno mundial anticristiano es precisamente la consolidación y crecimiento de su único obstáculo: el Imperio Cristiano.

Ese crecimiento presupone en sus gobernantes el de las virtudes cristianas, especialmente la humildad y el desapego de las cosas de este mundo, siendo la ambición de poder un vicio que ha contribuido grandemente a la destrucción del Imperio Cristiano.

Y es esa ambición de poder la que facilita al enemigo el éxito de los separatismos revolucionarios, instrumento práctico y eficacísimo para la destrucción del Imperio.

Cuando la Cristiandad crecía, siempre lo hacía en virtud de esa entrega incocional a la causa de Cristo y de su Rey, entrega total, de la cual el Cid es ejemplo y acabado arquetipo del héroe cristiano.

Pareciera que Dios, en su infinita misericordia, cuando la corona aparece acosada o tambaleante en sus dominios, suscita el personaje clave de la historia, capaz de ocuparse de la cuestión dinástica práctica para que, usando del talento que lo distingue de los demás hombres, restaure la corona al legítimo monarca.

También en esta España Americana, "fundada y deudora" —como bien la llama el Dr. Pacheco Seré— Dios ha puesto personajes de gran talento capaces por sí solos, sobre la base de sus dotes naturales y en la práctica —dada la importante instancia de poder alcanzado— capaces, decimos, de restaurar en estas tierras la autoridad de la Corona Española.

Nadie puede negarle a Don Juan Manuel de Rosas su inteligencia, su extraordinaria capacidad de mando, su habilidad política y estratégica, sus condiciones para la milicia, sus dotes de conductor natural, al punto que al igual que con el Cid, la tropa se alistaba voluntariamente a su mando en detrimento de los otros jefes. Sin duda la Providencia los puso a ambos en momentos y lugares clave de la historia.

¿Qué los diferencia entonces?

Los distingue el fin al que aplicaron sus capacidades: mientras el Cid sólo acumula triunfos y tierras para Dios, su Patria y su Rey, Rosas pacifica y consolida la unidad territorial para la revolución, como lo testimonia la presencia de tantos revolucionarios en su gobierno, como Manuel Moreno representando a la Confederación en Inglaterra, Sarratea en Francia, Tomás Guido en Río de Janeiro, Vicente López y Planes, Felipe Arana, Tomás Manuel de Anchorena y tantos otros, como así mismo sus propias palabras que reproducimos en esta nota. [1]

Mientras el Cid —cuando la multitud quiere coronarlo Rey— entrega a Alfonso la corona de Valencia, Rosas es quien instaura en estas tierras el festejo del "Día de la Independencia", que muestra a las claras sus intenciones revolucionarias. [2]

Y no podemos decir que esto se debe a que el Cid tuvo mejor rey que Rosas a quien serle fiel: Alfonso es regicida, fratricida y perjuro, y sólo logra convertirlo la actitud del héroe; en cambio Rosas tiene nada menos que a Don Carlos V de España, nuestro rey carlista, a quien servir y ofrecer sus conquistas.

Tampoco vamos a comparar enemigos, pero no creo que el partido unitario y sus aliados ingleses fueran más "salvajes" que los temibles moros.

Los diferencia la Lealtad.

Nos recuerda Anzoátegui: "Todo el heroísmo de España reposa sobre la lealtad" y es El Cid quien "preside la lealtad de España"

"Es el hombre jerárquicamente impulsado a mantener la realidad de España para vivir una virtud indispensable —por heroica— a la vida española".

"La moral española... obliga a servir al Rey hasta la muerte, en el trono y en el destierro". [3]

Rosas es español, nacido en el Virreinato del Río de la Plata —en la América Española— 11 años antes de las invasiones inglesas, durante las cuales pelea bravamente, aún niño, por Dios, por su Patria Española y por su Rey, lo cual le vale el reconocimiento de las autoridades porteñas. [4] No interviene, en cambio, en los acontecimientos de mayo de 1810.

Los que sí lo hacen —argumentando para ello la crítica situación española en la península ocupada por una potencia extranjera— dicen que España no hace nada por sus posesiones americanas. Como si hubiera sido poco hacer la evangelización del vastísimo territorio americano al costo de trescientos años de sangre española, debiéndole a España nada menos que la Fe y la instauración de la Civilización Cristiana en estas tierras, a cuya organización debían hasta la contundente victoria militar de nuestra ciudad obtenida sobre la mayor potencia militar de la época. Dicen con prepotencia y vileza y en un momento trágico de nuestra historia: "España no está haciendo nada por nosotros" —olvidando que "nosotros" también somos España— cuando en verdad debieran decir: ¿Qué estamos haciendo nosotros por España?

A partir de esos años Rosas, lejos de la política, consolida su situación económica y reaparece en escena recién cuando los efectos de la revolución producen —como siempre—un caos de tal magnitud que se hace imprescindible un hombre con la autoridad y capacidad necesaria para recomponer el orden pre-revolucionario. Esta tarea la realiza Rosas con brillantez meridiana, demostrando a las claras que se trata del personaje puesto por la Providencia para tal fin.

Y es esa continuidad con la situación pre-revolucionaria que produce Rosas, la que lleva a muchos a confundir su conducta con la de quienes han sido fieles a Dios y leales a la Patria y a su Rey, como sólo los grandes de la historia.

Escribe el Dr. Pacheco Seré: "Si el considerado libertador era tradicionalista, al menos en lo religioso y lo cultural, hubo cierta continuidad; si era logista, "regular" o irregular", sólo hubo revolución y anarquía". En nuestras tierras podemos observar ambos casos. [5]

Y es aquí donde Rosas flaquea, se enanca en sus triunfos, olvidando que "la victoria pertenece al Señor de las Batallas, a nosotros nos pertenece nada más que la batalla." [6]

Es entonces cuando pudo quizás alcanzar la estatura de los héroes que hicieron grande España, y quizás también cambiar la historia del mundo, tan solo renunciando a los honores y a su propia y efímera gloria y ofreciendo las conquistas a su Rey, don Carlos V, legítimo heredero de la corona española.

Imaginemos por un momento a Don Carlos V —nuestro Rey— en Buenos Aires, encabezando la contrarrevolución desde estas tierras americanas...

Y no pensemos que es esto tan descabellado o su posibilidad tan remota: poco hacía que la corte lusitana en pleno se había instalado en América.

Además Don Carlos, al final de la guerra debió partir hacia el exilio. Bien pudo ser acá, en sus dominios americanos, su exilio y su gloria....

Era el momento justo en que Rosas pudo mantener la continuidad natural del poder que sólo puede garantizar la monarquía legítima, en lugar de —en definitiva— haber trabajado para consolidar la revolución. Porque el resultado final de su paso por el poder es la constitución liberal de 1853, constitución que no pudo darse antes porque las caóticas condiciones no lo permitían.

Pero leámoslo en sus propias palabras desde el exilio, en 1873, a más de 20 años de Caseros, ya sin apremios y con los resultados de su gestión a la vista: "La base de un régimen constitucional es el ejercicio del sufragio, y esto requiere.... un pueblo... que tenga la seguridad de que el voto es un derecho y a la vez un deber...

Era preciso, pues, antes de dictar una constitución, arraigar en el pueblo hábitos de gobierno y de vida democráticas..... cuando me retiré, con motivo de Caseros – porque había con anterioridad preparado todo..... poniéndome de acuerdo con el ministro inglés – el país se encontraba quizá ya parcialmente preparado para un ensayo constitucional"

Y también afirma, despejando toda duda acerca de sus intenciones: "Otorgar una constitución era un asunto secundario, lo principal era preparar al país para ello, ¡y esto es lo que creo haber hecho!". [7]

Es lo que han hecho, por otra parte —salvando las distancias en cuanto a la capacidad de los personajes—, todas las asonadas militares americanas del siglo XX: restablecer el orden desquiciado por la revolución, para que ésta pueda volver a instalarse a continuación con renovado vigor.


Podríamos agregar —reforzando lo esbozado al principio de esta nota— que en Europa también han aparecido, apenas caídas las coronas legítimas, personajes providenciales de singular capacidad, pero en lugar de restaurar las respectivas monarquías católicas fortificando el Imperio, las ambiciones personales hicieron estéril el tremendo esfuerzo de material y sangre que los acompañó. Nos referimos a esos hombres que la Providencia hizo surgir a la caída de cada monarquía legítima, tanto en Francia como en Italia, España, Austria, Alemania, Portugal. Es cierto que todos fallaron, pero creo que la reacción del enemigo milenario, a través de sus ataques, muestra que él advirtió antes que nosotros el verdadero peligro, que no era la permanencia en el poder de un solo hombre fuerte —que dura a lo sumo lo que le queda de vida— sino la posible restauración de lo que aquél acababa de destruir.

Olvidó Rosas que los tiempos de los hombres son limitados y que todo sería en vano si no reinstalaba el poder legítimo en estas tierras. Poder que sin lugar a dudas tendría grandes posibilidades de extenderse, recuperando los territorios que le eran propios, ya que aún no estaba instalada aquí la maquinaria de propaganda infernal encargada de borrar a España de las raíces de América y eran muchos los que se sabían españoles: casi hasta 1840 permaneció fiel la resistencia monárquica en el Perú, al mando del General Huachaca, que sólo pudo ser vencida con el apoyo de las anglófilas tropas chilenas luego de años de duro combate [8]. Hoy ya casi nadie advierte que quien ha nacido en América Española es español.

Y aún en la década de 1840, y hasta el 51, cuatrocientos carlistas, "lo mejor de la juventud carlista", fogueados en la guerra hasta el Convenio de Vergara, peleaban en la Banda Oriental del Río de la Plata al mando del Teniente Coronel Artagaveytia, natural de Vizcaya, formando parte de las tropas del Gral. Oribe . [9]

También confirman su pensamiento revolucionario sus deseos (diríamos que proféticos) acerca de la Monarquía Española, los que expresa en carta dirigida a su amigo Roxas y Patrón en 1869: "el remedio radical para España era cambiar la dinastía. Dicen que ya ha sido proclamada su destitución y que se convocaron las cortes para determinar la forma de gobierno que ha de seguir. Dios quiera que adopten la Democracia Real para dar al mundo un gran ejemplo; y que al hacer jurar el soberano la constitución exijan lo haga bajo la antigua fórmula (cuyas palabras exactas no recuerdo): «Juramos obedecerla si cumpliereis con las leyes que te presentamos - Y si no, no»". [10]

Es Rosas quien produce en veinte años la falsa seguridad de que podíamos vivir sin Rey, que es el punto de partida para acabar creyendo que se puede vivir sin Dios.

Sin Rosas, el caos pudo haber provocado en la población la añoranza de España y de su Rey, y con ella su sana reacción; con él, todo quedó borrado en el pasado.

¿Será quizás por eso que San Martín le escribiera, diciéndole que parte de su obra era más importante que las guerras de la independencia y le donara su sable? [11]

Tampoco podemos alegar ignorancia: Rosas conocía a la perfección la situación americana y europea, a tal punto que cuando el General Flores, del Ecuador, arma una flota para iniciar la reconquista de estas tierras americanas para la corona española, es Rosas el mayor opositor a esta iniciativa, junto con Gabriel García Moreno, su par en Ecuador. Y no por la filiación masónica de Flores o porque su empresa fuera a favor de los isabelinos, ya que le hubiese sido a él mucho más fácil que a Flores (a quien Inglaterra confiscó finalmente las naves) acompañar a don Carlos V en la reconquista de estas tierras. [12]

Y así como San Martín por el sur y Bolívar por el norte, y tantos otros, entregan las Españas Americanas a la revolución, Rosas y García Moreno pudieron haber sido dos pilares fundamentales de la reconquista del poder español y con él, del Imperio Cristiano, único freno a la demoníaca mundialización actual.

Porque la restauración del Imperio Cristiano en América no podrá ocurrir sin la restitución de esta América a su cabeza natural, que es el legítimo heredero del trono español.

Como bien dice el Dr. Ricardo Fraga: "la fractura de América sólo podrá superarse alguna vez por la voz convocante de aquella Corona que le dio ser y vida."

Y agrega a continuación: "sin Rey legítimo no habrá verdadera restauración".

"Sin la legitimidad, que brota del orden divino y natural, jamás España recuperará su vocación evangélica: ser instrumento providencial en la edificación de la Cristiandad temporal." [13]

Y, verdaderamente, no vemos en la historia americana una oportunidad más clara que ésta para haber revertido la farsa revolucionaria que nos ha llevado al vergonzoso estado actual.

Notas:
[1] Félix Luna. Juan Manuel de Rosas — Grandes Protagonistas de la Historia Argentina. Editorial Planeta (1999).
[2] Juan Pablo Oliver. El Verdadero Alberdi. Ed. Dictio (1977).
[3] Ignacio B. Anzoátegui. Genio y figura de España. Ed. Nueva Hispanidad (2000).
[4] Carlos Ibarguren. J.M. de Rosas, Su Vida su Drama su Tiempo. Ed. Theoria (1985). Sabemos que esta versión no es compartida por otros biógrafos de Rosas, sin embargo pensamos que es muy verosímil teniendo en cuenta su temprana madurez. Por otra parte la versión cuenta que él sirve un cañón durante la batalla, lo que probablemente significa que alcanzaba los pesados proyectiles a quién realmente se encargaba de la compleja carga, apuntado y encendido de la pieza de avancarga. Debemos destacar también que a diferencia de lo que ocurre en nuestra época, en esos tiempos, el ingreso a la milicia y de allí al combate ocurría a muy temprana edad, por lo que la participación de Rosas a los 11 años podía parecer totalmente normal.
[5] Álvaro Pacheco Seré. Contribución de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII a la doctrina Carlista. Boletín de la Sociedad de Estudios Tradicionalistas Don Juan Vázquez de Mella, Año 4, N° 12, marzo 2001.
[6] Federico Wilhelmsen. Conferencia pronunciada en el Colegio Lasalle de Bs. As. Año 1966.
[7] Ernesto Quesada. La Época de Rosas. Ed. Del Restaurador (1950).
[8] Fernán Altuve-Fevres. Los Últimos Estandartes del Rey. Boletín de la Soc. de Est. Trad. Don Juan Vázquez de Mella, Año 4, N° 11, agosto 2000 (Reproducido de "Razón Española", N° 98 – nov/dic 1999)
[9] Álvaro Pacheco Seré. Carlistas en la Banda Oriental del Virreinato del Río de la Plata. Boletín de la Soc. de Estudios Trad. Don Juan Vázquez de Mella, Año 1, N° 2, julio de 1997.
[10] Carta de Juan Manuel de Rosas a José María Roxas y Patrón (del 7/2/1869). A. G. N. Archivo Farini.
[11] Idem 2.
[12] Manuel Gálvez. Vida de Don Gabriel García Moreno. Editorial Difusión (1942)
[13] Ricardo Fraga. Una Dimensión Americana del Tradicionalismo Carlista. Boletín de la Sociedad de Estudios Tradicionalistas Don Juan Vázquez de Mella, Año 3, N° 8, junio 1999.



Ramón B. Artagaveytia

comandante del Batallón de Voluntarios de Oribe en Montevideo

conformado con veteranos carlistas


lunes, diciembre 20, 2010

Rosismo, Tradicionalismo y Carlismo

Es para nosotros un honor publicar el siguiente trabajo del Dr. Fernando Romero Moreno que amablemente nos envió.


---------------------------------------------------------------


ROSISMO, TRADICIONALISMO Y CARLISMO

Las interpretaciones acerca de lo que Rosas y su época significaron para la historia argentina y americana son numerosas, algunas de ellas ocasión de legítimas polémicas entre “tradicionalistas” y “nacionalistas”. Otras adolecen, en cambio, de serios errores, aunque tengan el buen propósito de refutar las “mentiras a designio” de la falsificación liberal de nuestra historia. Es lo que sucede con la hermenéutica populista y/o clasista del llamado “revisionismo de izquierda”. Sea lo que fuere de todas estas cuestiones- cuyo análisis ha realizado con erudición y rigor científico el Prof. Antonio Caponnetto en su “Los críticos del revisionismo histórico” – hay un modo de entender el “rosismo” que es de sumo interés para todos aquellos que de un modo u otro simpatizamos con el tradicionalismo hispánico y sobre todo con el carlismo, siendo argentinos. Máxime si se considera que el mismo proviene de uno de los primeros historiadores revisionistas, que intentó darle al nacionalismo fundacional un carácter explícitamente católico y contrarrevolucionario. Nos referimos a Don Alberto Ezcurra Medrano. En un artículo de juventud (“La época de Rosas”), escrito en 1929, (cuando el revisionismo no era todavía “elemento común” de las incipientes corrientes nacionalistas), Ezcurra Medrano realizó una interpretación “tradicionalista” sobre Rosas, cuyos aspectos fundamentales continuó en un trabajo posterior (“El sentido histórico de la época de Rosas”), del año 1940, En ambos casos, se apoyó en ciertos juicios de José Ingenieros acerca del llamado “federalismo apostólico”, pero con una valoración opuesta, como veremos a continuación. Vale la pena citar en primer lugar los textos de Ingenieros, antes de remitirnos a los del propio Ezcurra:

“Los iniciadores de nuestra historia – afirmaba Ingenieros - rara vez tuvieron tiempo y ocasión de remontar sus miradas al mundo europeo, de que las nacionalidades americanas se desprendieron; mirando la pieza sin ver el mosaico, no han podido abarcar en una visión sintética el significado real de la Restauración contrarrevolucionaria, personificada al fin en Juan Manuel de Rosas (…) La época de Rosas, contemplada en el cuadro general de la Restauración, es un episodio de un vasto movimiento internacional (…) Todos los países del mundo que hicieron coro a la Revolución Francesa han tenido su Vandea (sic), grande o pequeña (…) En las regiones rurales y serranas de Europa tenía más hondo arraigo la mentalidad feudal, cuyas características eran precisas: el espíritu localista, la superstición religiosa y un odio a la cultura de las ciudades (…) No sorprende, por consiguiente, que las más terribles insurrecciones contrarrevolucionarias de Francia ocurriesen en la Vandea (…). Los sacerdotes que no aceptaron la nacionalización de la Iglesia – los ‘refractarios’ – se lanzaron a predicar la sublevación contra el Estado, formando los ejércitos de la fe, inmensas partidas de ‘montoneros’ que en 1793 pusieron en jaque al gobierno (…). Por eso se llamaron apostólicos, nombre que predominó en España cuando se desenvolvió allí un proceso político semejante (…) En el virreinato del Río de la Plata se repitieron, estrictamente, esos alzamientos religiosos contra la Revolución, coincidiendo, con ligero retraso, con los de España. El primero ocurrió en el Alto Perú, contra la expedición revolucionaria de Castelli (…) El segundo alzamiento religioso hubo de ser general en todo el país, manejado desde Buenos Aires por el partido apostólico, en momentos de emprender Rivadavia la reforma eclesiástica. En la capital se tradujo por la conspiración Tagle (1822) y por el motín de los apostólicos (1823); tuvo expresiones simultáneas y semejantes en Santa Fe, Córdoba y San Juan, bajo la instigación de sacerdotes nativos que defendían los intereses de la Santa Sede contra los del estado argentino. Pero en ninguna parte la cruzada religiosa alcanzó un éxito comparable al que logró un célebre señor feudal de La Rioja, inspirado por el sacerdote papista Pedro Ignacio de Castro Barros, su cómplice y comprovinciano. Antes de reconstruir los sucesos, recordemos que corresponde al General Paz el mérito de haber denominado Vandea pequeña a la zona en que Quiroga paseó sus estandartes con la divisa ¡Religión o muerte! (…) ¿Qué significaba la restauración para los señores feudales? Simplemente: reasumir cada vecindario la autonomía que creía disminuida por la existencia de un gobierno nacional. En España los señores feudales eran condes u obispos; en América eran Comandantes de campaña como Quiroga e Ibarra, o religiosos de aldea, como Castro Barros (…). El sentido feudal de estos alzamientos (…) aparece más claro comparando el proceso de la Restauración en España y en la Argentina. El mismo partido apostólico que en la península enciende las campañas al grito de ¡religión o muerte!; sostiene los fueros locales contra la unidad nacional” y “rechaza cualquier Constitución que preceptúe idénticos derechos y deberes para españoles de todas las regiones (…). En la evolución ulterior del partido restaurador español, los absolutistas se pliegan a Don Carlos (apoyado por los gobiernos de Austria, Rusia y Prusia), que proclamó abiertamente el doble principio de los fueros localistas y de la intolerancia religiosa; la reina Cristina concentró, en cambio, los elementos liberales y nacionalistas (apoyada por Francia e Inglaterra). La conjunción de sentimientos teológicos- feudales era aquí igualmente explicable; la vieja sociedad colonial, se resistía legítimamente a compartir el liberalismo de la Revolución Argentina (…) Aquí, como en España, se llamó entonces apostólico al partido cuyo programa era combatir las innovaciones políticas y religiosas. El nombre fue de uso corriente, y, sin duda, se introdujo de la península (…) En ese momento los restauradores toman contacto y acaban por fundar una sociedad con dos caras visibles. Los hacendados y comerciantes ricos componen la ‘Sociedad Popular Restauradora’; los matarifes y mulatos, al servicio de los primeros, se agrupan en ‘La Mazorca’ (…) El modelo para la sociedad lo dio España; el mecanismo fue montado por hombres que habían trabajado ya en la península, como agentes de ‘El Angel Exterminador’. El famosísimo Andrés Parra, Ochoteco, Santa Coloma, venidos de ultramar fueron los primeros instrumentos que Doña Encarnación, Anchorena, Medrano, Tagle, pusieron en juego, junto con los capataces de los mataderos y los curas párrocos. Lo ocurrido en Buenos Aires es una copia fiel de lo ya conocido en Madrid”

Ezcurra Medrano citaba, de este libro de Ingenieros otro párrafo elocuente:

“La Restauración fue un proceso internacional contrarrevolucionario, extendido a todos los países cuyas instituciones habían sido subvertidas por la Revolución…La restauración argentina fue un caso particular de este vasto movimiento reaccionario, poniendo en pugna las dos civilizaciones que coexistían dentro de la nacionalidad en formación; su resultado fue el predominio de los intereses coloniales sobre los ideales del núcleo penante que efectuó la Revolución”

Y aclaraba:

“Ingenieros, imbuido de prejuicios liberales, confunde Revolución de Mayo y liberalismo. Así pues, donde dice ‘intereses coloniales’, léase ‘tradición’, y donde dice ‘los ideales del núcleo pensante…’ léase ‘liberalismo’ ”.

A continuación copiamos la glosa que Ezcurra Medrano hizo, desde la Fe y la Tradición, del texto de Ingenieros:

“Rosas fue la encarnación de ese movimiento reaccionario. La tradición argentina era católica y enemiga del exótico liberalismo rivadaviano. Pues bien: Rosas, apenas subido al gobierno, ordenó restablecer comunicaciones con la Silla Apostólica y reconoció en el carácter de Vicario al obispo designado por el delegado del Sumo Pontífice, decretando también que se le guardasen los mismos honores, distinciones y prerrogativas que le acordaban las leyes de Indias. En su segundo gobierno permitió restablecer la Compañía de Jesús, expulsada desde la época de Carlos III, mandándole entregar la Iglesia y el colegio, y autorizándola para desarrollar la enseñanza universitaria. Son numerosos los documentos y leyes que prueban el respeto de Rosas hacia la tradición católica, no siendo suficiente para demostrar lo contrario las cuestiones con los jesuitas y con el Vaticano, cuestiones de orden político y diplomático que no tuvieron por causa la ideología liberal que inspiró a otros gobiernos (…)
La opinión, en ese tiempo, era también republicana. Diez años de complicaciones, diligencias y fracasos ante las cortes europeas (…) terminaron por desprestigiar la idea monárquica, que había contado entre sus adeptos a San Martín, Belgrano, Pueyrredón, Rivadavia, Alvear, Sarratea, Posadas, García, Gómez y la mayor parte de los congresales de Tucumán. Rosas, personalmente, no fue monárquico ni republicano (…) ‘Siempre he creído – dijo – que las formas de gobierno son un asunto relativo, pues monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas según el estado del país respectivo’. En esto (…) se contentó con respetar la tradición republicana que se iba formando y rechazó las tentativas de los que, como Roxas y Patrón, le propusieron el establecimiento de un régimen hereditario (…).
Finalmente, la tradición argentina era federal. El Federalismo tradicional no tenía nada que ver con el federalismo norteamericano de Dorrego”.

En el artículo de 1940 ampliaría este análisis:

“Perteneciente a una familia rural de rancio abolengo, (Rosas) supo captar como nadie la realidad de la tierra. Se vio rodeado a la vez de la vieja aristocracia española y de todo el pueblo de la ciudad y campaña de Buenos Aires (…) Bajo cualquier aspecto que se examine la obra de Rosas, vemos aparecer en ella el sello tradicional. En el orden espiritual, por ejemplo, la Restauración es netamente católica: la obligación especialmente establecida de conservar, defender y proteger al catolicismo (…), la enseñanza obligatoria de la doctrina cristiana, la censura religiosa de la instrucción (…), la prohibición de libros y pinturas que ofendiesen la religión, la moral y las buenas costumbres (…), la fundación de iglesias, son medidas que caracterizan suficientemente el espíritu católico de la Restauración (…)
En lo referente a la política interna, la época de Rosas no es otra cosa que una larga lucha por la restauración de la autoridad y de la unidad que caracterizaron al Virreinato, y que habían sido desquiciadas por los errores de federales y unitarios. Rosas, respetando (…) el régimen de confederación existente, realizó de facto, con el pueblo y en el sentido tradicional, lo que otros pretendieron realizar de jure, contra el pueblo y en el sentido liberal (…) Y toda esa obra verdaderamente organizadora – mucho más que las constituciones impresas en papel – se iba haciendo sobre la base de la legislación tradicional, sin improvisaciones constitucionalistas ni codificadoras.
Hay, hasta en los detalles, un sabor tan tradicional en esa restauración de la autoridad ‘al modo hispánico’, que Ernesto Quesada ha podido hacer un paralelo exacto entre Rosas y Felipe II. Más aún, hay en ella (…) una acentuada repugnancia por el sufragio universal (…). Rosas que instintivamente desconfiaba de él, quería experimentarlo en cabeza ajena y se hacía informar por su ministro Alvear acerca de cómo funcionaba en los Estados Unidos, donde dejaba ‘muy mucho que desear’, según sus propias palabras (…)
Hay en toda esa época un espíritu tradicional que sorprende hoy (…). Las canciones populares, de neta filiación hispánica, lo reflejaban….el restablecimiento del capilote en la Universidad…. de las corridas de toros…Son pequeños signos de algo muy grande y hermoso, de ese espíritu restaurador, tradicional, hispánico por consiguiente, que animó a Rosas y al grupo selecto de hombres que lo rodearon”

¿Fue sincero este afán restaurador de Rosas? ¿Respondía a su pensamiento íntimo o actuó así por simple cálculo político? Si tenemos en cuenta la lectura de los clásicos que fueron base de su formación política – aunque Rosas no fuera un intelectual - como Platón, Aristóteles, Cicerón, Gaspar de Real de Curban – discípulo de Bossuet -, Burke y Joseph de Maistre, si analizamos su hermenéutica tradicionalista de la Revolución de Mayo o sus opiniones en el exilio acerca de la Revolución Moderna, no caben muchas dudas acerca de la sinceridad de Rosas como de sus hondas afinidades con el tradicionalismo. Hace unos años escribimos un trabajo titulado “Ideas políticas y constitucionales de Don Juan Manuel de Rosas”. Reproducimos, con algunas correcciones, el final de ese escrito que, según nos parece, corrobora lo que decimos acerca de esta relación de semejanza entre rosismo, tradicionalismo y carlismo, y que está en la misma línea de lo que sostenía Don Alberto Ezcurra Medrano:

“En la propia Argentina tuvo que enfrentar Rosas el poder secreto de las logias y el fermento de la Revolución. Lo dijo con toda claridad: “Las logias establecidas en Europa y ramificadas infortunadamente en América, practican teorías desorganizadoras y propendiendo al desenfreno de las pasiones, asestan golpes a la República, a la moral, y consiguientemente a la tranquilidad del Mundo”. Espíritu revolucionario que “ha penetrado infortunadamente hasta en alguna parte del clero”. En la Argentina, “toda la República está plagada de hombres pérfidos pertenecientes a la facción unitaria, o que obran por su influencia y en el sentido de sus infames deseos, y que la empresa que se han propuesto no es sólo de lo que existen entre nosotros, sino de las logias europeas ramificadas en todos los nuevos Estados de este Continente”

Estando Rosas en el exilio, pudo contemplar el espectáculo terrible de las revoluciones liberales, socialistas y nacionalistas (del nacionalismo exagerado y jacobino, no del contrarrevolucionario) que asolaban al Viejo Continente. Su respeto a la Religión Católica, su amor al Orden y a la Tradición, su defensa de la Justicia – en especial con los pobres –, su convicción de que propiedad privada y herencia son instituciones fundamentales de la sociedad, su aborrecimiento de las logias masónicas , del socialismo y del comunismo quedan patentes en las ideas expresadas en diversas oportunidades. Transcribamos algunas como ejemplo de lo que venimos diciendo:

“Se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía a que llaman libertad , invocando los derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida (…) Si hay algo que necesita de dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a un paso”

“Conozco la lucha de los intereses materiales con el pensamiento; de la usurpación con el derecho; del despotismo con la libertad. Y están ya por darse los combates que producirán la anarquía sin término. ¿Dónde está el poder de los gobiernos para hacerse obedecer? Los adelantos y grandes descubrimientos de que estamos tan orgullosos. ¡Dios sabe solamente adonde nos llevarán! ¡Pienso que nos llevan a la anarquía, al lujo, a la pasión de oro, a la corrupción, a la mala fe, al caos!

“La plebe sigue su camino insolente. Pero es que los gravámenes continúan terribles. Los labradores y arrendatarios sin capital siguen trabajando sólo para pagar la renta y las contribuciones. Viven así pidiendo para pagar, pagando para pedir”

“La Internacional …sociedad de guerra y de odio que tiene por base el ateísmo y el comunismo, por objeto la destrucción del capital y el aniquilamiento de los que poseen, por medio de la fuerza brutal del gran número que aplastará a todo cuanto intente resistirle. Tal es el programa que con cínica osadía han propuesto los jefes a sus adeptos, lo han enseñado públicamente en sus Congresos e insertado en sus periódicos. Sus reglas de conducta son la negación de todos los principios sobre que descansa la civilización”.

Carlos Ibarguren sintetizaba del siguiente modo estos pensamientos del Restaurador:

“La expansión de las ideas liberales y de la democracia, la inquietud del proletariado y la propaganda del socialismo; la indisciplina general, las consecuencias económicas de la gran industria mecánica, las luchas civiles en ambas Américas, las guerras europeas, la violenta acción imperialista de las poderosas monarquías, el positivismo y el materialismo que embestían contra la religión y la Iglesia, todo ese gran movimiento político, económico, científico y filosófico que fermentó después de 1850 conmoviendo a la sociedad, provocaba repulsión en el espíritu reaccionario y conservador de Rosas (...) Para conseguir la paz social y la armonía internacional, Rosas no encuentra otro remedio que `reunir un Congreso de representantes de todos los países’” y “el establecimiento de una Liga de las naciones cristianas, del tipo de la Santa Alianza y presidida por el Papa (...) Piensa que para salvar las dificultades que rodean a las monarquías se deben fortalecer los ejércitos” y para “alcanzar el mejor equilibrio social y político en Europa y sostener a la Iglesia” promover “la unión de los reyes alrededor del Sumo Pontífice y la `dictadura temporal del Papa en Roma, con el sostén y el acuerdo de los soberanos cristianos’”. Finalmente y fiel a esta mentalidad tradicionalista, combate la libertad de enseñanza tal como la entendía y la entiende el liberalismo laicista: “Por la enseñanza libre la más noble de las profesiones se convierte en arte de explotación a favor de los charlatanes, de los que profesan ideas falsas subversivas de la moral o del orden público. La enseñanza libre introduce la anarquía en la ideas de los hombres, que se forman en principios opuestos o variados al infinito. Así el amor a la patria se extinguirá, el gobierno constitucional será imposible, porque no encontrará la base sólida de una mayoría suficiente para seguir un sistema en medio de la opinión pública confundida, como los idiomas en la Torre de Babel” Y en una frase que recuerda la profecía de Donoso Cortés en su famoso Discurso sobre la Dictadura (…) decía: “Ahora mismo Francia, España y los Estados Unidos están delineando el porvenir. Las Naciones, o vivirán constantemente agitadas, o tendrán que someterse al despotismo de alguno que quiera y pueda ponerlas en paz”.

Es claro que no dejaba de haber en el pensamiento de Rosas ciertas ambigüedades: invocaciones a la soberanía popular, que por aquel entonces aparecían también en tradicionalistas hispánicos como Aparisi y Guijarro; ambivalencias en torno al librecambismo y al proteccionismo económicos (como en el conservadorismo anglosajón heredero de Burke); expresiones confusas sobre la separación Iglesia – Estado (que consideraba mala por “inoportuna”) o sobre el papel del Concilio en relación al Papa ( que pueden dar pie a una interpretación ortodoxa, pero que suenan extrañas en el lenguaje de aquellos tiempos); cierta visión benévola de la Primera República Española, etc. Pero son ideas sueltas, no necesariamente constantes y que en todo caso desentonan en un cuadro general y firme, de adhesión al Papado, a la Cristiandad, y a la Tradición y que le llevaba a rezar dolorido: “¡Dios nuestro perdonadnos, e iluminad la marcha de los primeros hombres, en las Naciones de la Cristiandad!”

Por eso Don Juan Manuel, Caudillo natural del “federalismo apostólico” pudo afirmar – y esto es de vital importancia en el Bicentenario de la Revolución de Mayo – que la instalación de la Primera Junta se hizo, “no para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que acéfala la Nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para preservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por el acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida España”

Carlismo y rosismo son pues y según podemos entender, dos páginas de una misma historia – una en la Península, otra en América -, de una “guerra contrarrevolucionaria” basada en los mismos principios y valores: la Cristiandad y la Hispanidad. En España bajo el lema “Dios, Patria, Fueros, Rey” y en la Argentina con la divisa de la “Santa Federación”, que suponía la defensa de la Fe católica, de la unidad argentina y americana, de las legítimas autonomías provinciales y de la cultura tradicional hispano- criolla

Fernando Romero Moreno




Bibliografía

Corvalán Lima, Héctor, Rosas y la Formación Constitucional Argentina, Separata de Idearium, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Mendoza, N° 2, Mendoza, 1977

Ezcurra Medrano, Alberto, La Epoca de Rosas, en El Baluarte, 1929

Ezcurra Medrano, Alberto, El sentido histórico de la época de Rosas, en Ofensiva, 12 de octubre de 1940

Ibarguren, Carlos , Juan Manuel de Rosas. Su vida, Su drama, su tiempo, Ediciones Teoría, Biblioteca de Estudios Históricos, Buenos Aires, 1962

Ingenieros, José, Obras completas revisadas y anotadas por Anibal Ponce, Volumen 15, La Evolución de las Ideas argentinas, Libro III, La Restauración

Sampay , Arturo Enrique, Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas, Juarez Editor, Buenos Aires, 1972.



Bandera de Juan Facundo Quiroga

martes, diciembre 07, 2010

Feliz día de la Inmaculada


Dado que no podremos hacerlo mañana 8 de diciembre, nos permitimos adelantar nuestro saludo a correligionarios y amigos. Nuestra Señora, la Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, es -bajo la advocación de la Inmaculada Concepción- patrona de las Españas, incluidas las de América.

Además, es celestial patrona del Requeté y de la Juventud Carlista. En ese sentido recordamos que la célebre bandera de la Juventud Carlista de Buenos Aires, lamentablemente perdida en 1938, tenía la imagen de la Inmaculada bordada sobre el fondo rojigualdo.

Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau.

martes, noviembre 23, 2010

Invitación recibida


El Pbro. Dr. Francisco Baigorria y la comunidad parroquial invitan a la celebración de los 300 años de la construcción de la iglesia de San Ignacio de Loyola, en la Ciudad de Buenos Aires, reapertura y bendición de las obras de restauración. Solemne Misa presidida por el Sr. Cardenal S. E. R. Mons. Jorge Mario Bergoglio, S. J., arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina. La cita es el sábado 27 de noviembre a las 20.00 horas, en la esquina de las calles Bolívar y Alsina. Acompañará el Grupo Canto Coral, director Néstor Andrenacci.
Quienes hacemos Carlismo Argentino hacemos extensiva esta invitación a todos nuestros correligionarios y amigos. En esta histórica iglesia sucedieron importantes hechos históricos para la vida de la Ciudad de Buenos Aires y de la Argentina, tanto en el período monárquico como en el republicano. Asimismo, aquí ocurrieron también hechos relacionados al carlismo argentino.

miércoles, noviembre 03, 2010

Fin del Día de la Raza

Finalmente, tal como habíamos anunciado, ha sido publicado en el Boletín Oficial el decreto 1584/2010 (firmado por la Sra. presidente Fernández de Kirchner y los ministros nacionales) que establece feriados nacionales y días no laborables. En sus considerandos se dice de manera muy escueta
Que, asimismo, se modifica la denominación del feriado del día 12 de octubre, dotando a dicha fecha, de un significado acorde al valor que asigna nuestra Constitución Nacional y diversos tratados y declaraciones de derechos humanos a la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos.
Y en su artículo 1º, se establece como feriado nacional el día 12 de octubre, con la oscura denominación de "Día del Respeto a la Diversidad Cultural". Siendo día "trasladable" al lunes más cercano, no será sino hasta el 2015 en que coincidirá su festejo con el día 12, lográndose con ese fin -además del de haberlo convertido en un día de turismo- ir olvidando paulatinamente cualquier relación con el hecho histórico del descumbrimiento de América por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492.

La celebración del aquí llamado "Día de la Raza" fue un logro de quienes buscaban alcanzar una mayor unión entre la España peninsular y las Españas americanas, y asimismo como una reafirmación de la identidad Iberoamericana frente al expansionismo estadounidense y la llamada "Doctrina Monroe".

En la Argentina, el presidente Hipólito Yrigoyen decretó en 1917 el día del descubrimiento de América como "fiesta nacional", que la costumbre llamó "Día de la Raza". El Padre Zacarías de Vizcarra, sacerdote español de familia carlista residente en Buenos Aires en las décadas de 1920 y 1930, propuso se modificara por el más adecuado de "Día de la Hispanidad", aunque la costumbre ya había quedado asentada.

Durante décadas fue celebrado festivamente, no sólo por la gran colectividad de los inmigrantes españoles y sus descendientes -eran famosas las galas y los bailes en los clubes y teatros de las diferentes colectividades peninsulares-, sino también por todos los argentinos -ya sea en las escuelas, ya en desfiles criollos y actos oficiales-. Y, por supuesto, nunca supuso la denigración de inmigrantes de otras orígenes, sus descendientes y sus aportes; sino tan sólo, la afirmación de la innegable raíz hispánica de nuestra cultura patria.

Este cambio de nombre no es más que una etapa más en la disolución de nuestra identidad. Como han señalado reiteradamente notables investigadores y estudiosos, en estas supuestas reivindicaciones indigenistas, existe un verdadero racismo que es enemigo, no tanto de "lo europeo", sino de lo propiamente americano, criollo y mestizo.

Hoy es un día de luto para los carlistas en estas tierras.






jueves, octubre 28, 2010

Invitación a tertulia

El Instituto de Filosofía Práctica de la Ciudad de Buenos Aires invita a la tertulia en la cual el Dr. Luis E. Roldán expondrá sobre "Entre el Laicismo y la Laicidad", el día jueves 4 de noviembre de 2010, a las 19.30 horas, en la sede del Instituto, calle Viamonte, nº 1596, piso 1º. Confirmar asistencia al teléfono (011) 4371-3315 ó al correo electrónico infip@fibertel.com.ar

jueves, octubre 21, 2010

Adherimos e invitamos


Se invita a las familias a la celebración de Cristo rey, que tendrá lugar, Dios mediante, el sábado 30 del corriente --víspera de dicha fiesta, según el calendario litúrgico tradicional de la Santa Iglesia romana-- en la sede de FAMINAT (San Martín y Riccheri - Bella Vista), consistiendo la reunión en un almuerzo a la canasta, en cuyo transcurso el Dr. Luis E. Roldán disertará acerca del sentido de la misma en la actualidad.

Octubre de 2010

Confirmar a de_ruschi@yahoo.com.ar ; juan@lagalaye.com.ar ; german.rocca@yahoo.es


viernes, octubre 15, 2010

Los peligros del liberalismo económico

Reproducimos a continuación una carta de lectores que enviara nuestro colaborador E. T. a la revista tradicionalista Ahora Información en respuesta a una reseña del libro La fatal arrogancia del economista liberal Friedrich A. von Hayek que publicó dicha revista en su nº 102. Por razones de espacio, la carta fue publicada en forma reducida en el número siguiente de dicha revista. Por el interés que despierta, la publicamos a continuación completa.

Buenos Aires, marzo de 2010.

Señor Director

Revista Ahora Información

De mi mayor consideración,

Grande fue mi sorpresa al leer en el último número de vuestra prestigiosa revista tradicionalista una nota laudatoria para con F. A. Hayek bajo la excusa de una reseña bibliográfica. Entiendo que el tradicionalismo, a diferencia de las ideologías, no es una doctrina sectaria y, por eso, puede muy bien descubrir “semillas de verdad” en donde sea que se exponga un pensamiento. Incluso, comprendo que, muchas veces, estas ideologías, mientras nos acompañan en un trecho del camino, pueden tener formas de exponer la verdad que nos enriquezcan. Así, un tradicionalista puede descubrir, escondido entre mucha “paja”, verdadero “trigo limpio” en alguna de las obras de la Escuela Austríaca de Economía, uno de cuyos principales referentes fue Hayek. Podremos citar, entre las últimas publicaciones, los estudios históricos de Hoppe o los que sobre la ética de la emisión de moneda ha dado a luz Hülsmann. Entiendo, finalmente, también que, en el espacio de una columna, el autor de una reseña no tenga lugar para mayores disquisiciones. Sin embargo, no lo podemos dejar pasar pues aprovecha esa columna para hacer una serie de afirmaciones que me merecen algunos comentarios. Amicus Plato

Comienza la notícula excusándose por traer a mentas a un autor “que se autodenominaba liberal”. Pero, a renglón seguido, se lo corrige póstumamente como “conservador” sobre la base de la definición que de esta ideología hizo Russell Kirk. Sin entrar en detalles sobre las reales posibilidades de un conservadorismo culturalmente protestante y revolucionario de Kirk y los suyos que fuera tan bien criticada en nuestro medio por Rubén Calderón Bouchet (“El conservadorismo anglosajón”, Verbo, edición argentina, nn. 332-333, mayo-junio de 1993, pp. 69-88), es al menos sospechoso que, en una revista tradicionalista, se haga elogio de un “conservador” por ser meramente tal – sabiendo las reminiscencias que esta palabreja trae a un carlista.

A continuación la reseña afirma que este libro de Hayek sería “una defensa de la tradición y de la religión para explicar el orden libre que siempre defendió frente a los totalitarismos”. Primero habría que ver qué “orden libre” fue el que Hayek siempre defendió frente a los totalitarismos. En segundo lugar, si este orden hayekiano tiene alguna coincidencia con el orden natural y cristiano que defendemos. Y, finalmente, si realmente el libro éste, entendemos que las citas elegidas son ejemplificativas del mismo, defiende qué tradición y qué religión.

No deseo abusar de su benevolencia mi estimado Señor Director ni de sus lectores, en el que caso en que llegara a publicarse esta carta, por lo que intentaré ser breve para exponer cada uno de estos puntos, trayendo referencias donde puedan indagar aquéllos que quieran profundizar.

Respecto a la libertad, dice Hayek casi citando a Rousseau, “nuestra fe en la libertad no descansa en los resultados previsibles en circunstancias especiales, sino en la creencia de que, en fin de cuentas, dejará libres para el bien más fuerzas que para el mal” (Los fundamentos de la libertad [Madrid: Unión, 1975], p. 58). En el que es quizá su libro más conocido, Camino de servidumbre (Madrid: Alianza, 1985), hace una glorificación del individualismo, cuya esencia define como “el reconocimiento del individuo como juez supremo de sus propios fines [y] la creencia en que, en lo posible, sus propios fines deben gobernar sus acciones” (p. 90), recordando las posturas más cínicas y duras de Spencer. Sin olvidar, aprobando a Tucker, cantar loas al egoísmo, “ese motor esencial de la naturaleza humana” (Los fundamentos…, p. 92), o a la desigualdad económica, cuya falta haría “imposible” el progreso económico (Los fundamentos…, p. 71).

Hasta aquí algunas ideas características de Hayek. Queda por analizar si estos conceptos son compatibles con los de la tradición cristiana. En ese sentido, sabemos en buena escolástica que la libertad puede definirse como una potencia, una capacidad para algo, pero que en el hombre, ese algo está delimitado por el bien. Es decir, se es libre para hacer el bien; para practicar la virtud; nadie es libre en el vicio, sino esclavo. Por lo tanto, no puede haber verdadera libertad cuando uno actúa motorizado por el egoísmo. En el mismo sentido, pero visto desde otra perspectiva, la libertad es un punto de llegada y no de partida: haciendo el bien se es libre; no es que por ser psicológicamente libre que uno hace el bien (¡menos aún en un estado de naturaleza caída!). Si los trascendentales son entre sí intercambiables, lo mismo que Nuestro Señor dice de la verdad (la verdad os hará libres), podríamos predicarlo del bien.

Como se puede apreciar, las diferencias entre una concepción y la otra son radical y esencialmente distintas. Aún cuando puedan coincidir en la crítica de los regímenes totalitarios, más o menos evidentes, las posiciones desde donde se lanzan las críticas son diferentes… y lo mismo, los remedios para poner fin a esos males.

Queda finalmente analizar si este libro, en base a las citas escogidas, significa una rectificación, aunque más no sea tácita, de las ideas sostenidas con anterioridad. ¿Estaba Hayek transitando su camino de Damasco?

¿Es “la visión religiosa según la cual la moral está determinada por procesos que nos resultan incomprensibles” (y que Hayek considera más acertada, aunque sus esquemas le parezcan “científicamente infundados”), es – decíamos – la visión de la Iglesia? Bien sabemos que esta idea de una moral irracionalista y fideísta, sostenida únicamente sobre argumentos historicistas, poco tiene que ver con la Tradición viva de la Iglesia, bien expuesta en la doctrina de los Papas y sus mejores doctores. Esta postura un tanto caricaturesca, que nos recuerda al primer Lamennais, tiene a lo sumo el gusto del pensador que llegado el fin comienza recién a comprender que sólo sabe que no sabe y que su ideología y sus utopías se desmoronan ante lo que no puede explicar con su porción de ciencia.

Y llegados a este punto, regresamos al comienzo. El tradicionalista puede abrevar en distintas fuentes, delimitado únicamente por la evidencia de lo que las cosas son, pero no es justo que, por querer ganarse a “los hombres de buena voluntad”, termine siendo negligente al profundizar en la verdad que ha recibido. Podemos buscar “semillas de verdad” tanto en Hayek como en Keynes o Marx, pero no al precio de desconocer la riquísima tradición de pensamiento económico, social y político cristiano. No negamos que quizá las formas, los ejemplos, los esquemas, puedan necesitar actualizaciones o mejoras; pero ellas siempre surgidas del amor y no del desprecio, del reconocimiento de aquéllos sobre cuyos hombros descansamos.

A continuación reproducimos como imagen la reseña que motivó esta réplica (pinchar en ella para agrander y leer).



viernes, octubre 08, 2010

Las curiosas relaciones de una familia tradicional porteña con el Carlismo

Simón Pereyra (†1852) era hijo de Leonardo Pereyra de Castro (emigrado a la Argentina en 1767) y de María Mauricia Arguibel (argentina, hija del comerciante Felipe de Arguibel, descendiente de conquistadores). Su hermano mayor, Juan Manuel, había fallecido en el combate del Retiro durante las Invasiones Inglesas. Su padre murió siendo sus hijos aún niños, dejando a su madre en situación económica complicada. Asimismo, era primo hermano por parte de madre de doña Encarnación Ezcurra, la esposa de Juan Manuel de Rosas.

Desde muy joven, Simón trabajó como empleado en la tienda de Manuel Arrotea y por su habilidad y dedicación terminó siendo socio y, luego, único propietario de la misma. Militó en el Partido Federal y fue quien dio trabajo como costureras a la viuda e hijas del Coronel Dorrego. Con la renta de su comercio y, especialmente, como principal abastecedor del Ejército rosista, Simón adquirió dos barcos para comerciar con Europa y campos en Tandil, Balcarce, Ayacucho, Quilmes, Ramallo y Tandileufú, algunos en sociedad con Prudencio Ortiz de Rozas, el hermano del Restaurador, y adquiridos a los indios, fervientes rosistas. En 1850, Juan Rita Pinto de Ximénez, viuda de Pedro Capdevila, vende a Simón Pereyra la estancia “Las Conchitas” cerca de la actual ciudad de La Plata.

Desposó a Ciriaca Iraola, hija del vasco Martín Iraola y María Francisca Brid, que vivía con sus hermanos en casa de los Pereyra. Con ella tuvo 6 hijos. Don Simón fallece dos años después, en 1852.

En su propiedad es que tiene lugar la batalla de Caseros el 3/II/1852, y dos de sus descendientes, María Antonia y María Luisa Pereyra Iraola, donaron la casa y el famoso palomar, junto a 10 hectáreas de campo, al Estado nacional, donde hoy se encuentra el Colegio Militar de la Nación.

Leonardo Higinio Pereyra (1834-1899) fue el único hijo superviviente de Simón Pereyra y Ciriaca Iraola. Bajo la tutela de su tío José Gerónimo Iraola tras la muerte de su padre, viajó a Europa en 1852 para conocer la actividad agrícola del Viejo Continente, y posiblemente para escapar de las represalias contra los rosistas. En 1857, cerca de Liverpool adquiere el toro reproductor “Defiance” y la vaca “Coral”, ambos de la raza Shorthorn, y que trae a la Argentina, dando origen a su cabaña modelo de cría. Cinco años después, importa el toro “Niágara”, de la raza Heresford. Contrata al paisajista belga Carlos Vereecke para adornar el casco de la Estancia “San Juan” con un parque estilo inglés. Casó con su doble prima María Antonia Iraola, hija de José Gerónimo Iraola (hermano de su madre) y de Antonia Pereyra (hermana de su padre).
A pesar de su condición de “clerical a ultranza”, fue amigo de Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Carlos Casares, Carlos Pellegrini y otros prominentes liberales.

Cuando en agosto de 1887, Don Carlos de Borbón y Austria-Este, luego de un largo periplo americano, llegaba a Buenos Aires, Leonardo Pereyra lo invitó a su estancia “San Juan”, a la que se trasladó en un tren especial y arribó el jueves 11, con su séquito y un grupo de amigos —entre ellos, el vicepresidente Carlos Pellegrini—. Se trató de una verdadera fiesta campera que incluía la cacería de avestruces. Unos días después, Emilio Lamarca, en ese tiempo diputado y consuegro de Leonardo Pereyra, le ofreció un banquete al que asistieron el Arzobispo de Buenos Aires y José Manuel Estraba.

Fallecido Leonardo Pereyra, quien había manifestado su deseo de “construir en sus tierras [una] capilla dedicada al Sagrado Corazón de Jesús”, en 1904, su viuda Antonio Iraola y sus 6 hijos, comenzaron los aprestos para la construcción de la misma en la zona oeste de lo que hoy es el barrio de Barracas. La obra estuvo a cargo del Ing. Rómulo Ayerza, hijo de un veterano carlista. El 10 de junio de ese año fue bendecida la piedra fundamental. En sólo cuatro años y sobre un terreno anegadizo, que solía ser inundado en cada Sudestada cuando crecía el nivel del Riachuelo, se construyó un enorme templo, junto a un convento y escuela, ocupando toda una manzana. Frente a la majestuosidad externa de la iglesia, la nave es sobria y amplia, con inmensos rosetones y un bellísimo altar. La familia equipó el templo con el que es aún uno de los mejores órganos de la ciudad de Buenos Aires. El templo fue consagrado por Mons. Gregorio Ignacio Romero, obispo auxiliar de Buenos Aires y capellán de la Juventud Carlista de Buenos Aires, el 16 de agosto de 1908. Ese mismo año, se inauguró un colegio anexo, confiado a los sacerdotes de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram (Padres Bayoneses). Semejante iglesia mereció que el 22 de noviembre de ese mismo año, el Papa San Pío X la agregara a la Basílica Patriarcal de San Pedro en Roma, y, años después, el 24 de mayo de 1939, el Papa Pío XII la designó basílica menor. La basílica se encuentra actualmente en la Av. Vélez Sarsfield, entre Av. Iriarte y California, en el barrio de Barracas, Ciudad de Buenos Aires.




Por su lado, la famosa Estancia “San Juan” fue dividida entre los 6 hijos de Leonardo y María Antonia. El mayor, Leonardo Pereyra Iraola, obtuvo el sector del casco, el parque y la cabaña de cría, que conservaron el nombre. El otro varón, Martín, y las cuatro hermanas mujeres darían origen con sus porciones al nacimiento de otras estancias: “Santa Rosa”, “Abril” y “Las Hermanas”.

Leonardo Rafael Pereyra Iraola (1870-1943) era el hijo mayor de Leonardo Pereyra y Antonia Iraola. La casa de sus padres contenía una nada despreciable colección de pintura europea original, que atraía a los hombres más importantes de la época, sean políticos, literatos o artistas, y con los que aún de niño conversaba y aprendía. Se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires, al tiempo que pasaba largos períodos en la estancia familiar aprendiendo los rudimentos de la ganadería. Junto a su padre, fue militante de la Asociación Católica de Buenos Aires.

Al morir su padre, Leonardo Pereyra, el Dr. Pereyra Iraola se hizo cargo de la Estancia “San Juan”, como se dijo, y, mediante las mejores técnicas agropecuarias, la convirtió en quizá la mejor explotación del país. También, como su padre, fue personaje fundamental de la Sociedad Rural Argentina.

Pero, simultáneamente, siguió con su profesión de abogado y hombre público. Como otros miembros del Club Católico, fue uno de los fundadores de la Unión Cívica, y luego siguió a Leandro N. Alem en la fracción que se denominó Unión Cívica Radical, formando parte de la Convención Nacional de 1897 y, posteriormente, de su Comité Nacional. El famoso Jardín de Florida, desde donde se dio comienzo al movimiento revolucionario de 1890, era propiedad de su familia y fue ofrecido por Leonardo.

Así, fue electo diputado nacional en las primeras elecciones realizadas bajo la Ley Sáenz Peña (1914-18). El presidente Hipólito Yrigoyen lo designó vocal del directorio del Banco de la Nación y de la Caja de Conversión. Asimismo, fue miembro fundador de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria desde 1910 hasta su muerte. Estaba casado con María Teresa Lamarca, hija del famoso líder católico Emilio Lamarca, y tuvo con ella 10 hijos.

Martín Pereyra Iraola era el otro hijo varón de Leonardo Pereyra y María Antonia Iraola. Fallecido su padre, quedó como propietario de la Estancia “Santa Rosa”, a la que, en 1904, le realiza mejoras sustanciales. El paisaje es compuesto según los modelos franceses del siglo XIX, y en 1918 comienzan las mejoras edilicias que seguirán durante más de 40 años.

La familia se extiende en numerosas ramas y los vínculos con el Carlismo se pierden. Pero, como recordaba Arturo Jauretche (por ejemplo, en El medio pelo en la sociedad argentina), los Pereyra Iraola se destacaban de entre los miembros de la clase alta por su catolicismo sincero; incluso, comenta en tono de sorna, los varones de la familia eran famosos no sólo por su piedad religiosa (en tiempos donde lo común era que la religión fuese cosa de mujeres), sino también por su castidad.

viernes, octubre 01, 2010

De cómo un escudo en una simple etiqueta de vino puede llevarnos por caminos insospechados

Una linda nota en la bitácora Heráldica en la Argentina.
Estaba pasando unos días en Esperanza, provincia de Santa Fe. Durante una cena me sirvieron un buen vino, un "Federico de Alvear". Cuando me llenaban la copa observé que había un escudo en la etiqueta, que se repetía en el cuello de la botella. [...]

Así llegué a descubrir que en España hay una bodega de igual nombre que usa (o usaba) en sus botellas un escudo similar.

No se trataba, en realidad, sólo de “una bodega del mismo nombre”, sino de la misma bodega, creada en España y que llegó luego a la Argentina.

[...]

martes, septiembre 14, 2010

Rechazo del proyecto para hacer desaparecer el Día de la Raza

Los que hacemos Carlismo Argentino queremos por este medio manifestar nuestro absoluto rechazo al proyecto de la Sra. Presidente, Dra. Cristina Fernández de Kirchner, que, según dice la nota de prensa de la Casa Rosada,

...reemplazará el denominado Día de la Raza por el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, y se lo conmemorará en el segundo lunes del mes de octubre.

Nos parece absolutamente contradictorio con el fin de este conjunto de medidas sobre feriados nacionales que sería

restituir "tradiciones muy fuertes" que hacen a la identidad nacional.
Lamentable si para afirmar nuestra identidad rechazamos nuestra herencia cultural e histórica. La Argentina no nació de un repollo. La Argentina fue fundada por hombres venidos de España, quienes nos imprimieron el sello de la civilización cristiana y el Evangelio. Parece cosa de adolescentes, no de una nación que quiere ser adulta.

Como bien intuía el genial Rubén Darío en su Oda a Roosevelt, el debilitamiento "de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español", significa la sujeción de "la América fragante de Cristóbal Colón, la América católica, la América española", de los "mil cachorros sueltos del León Español" a la voluntad de los Estados Unidos.



viernes, septiembre 10, 2010

La fiesta carlista


Caras y Caretas
Semanario festivo, literario, artístico y de actualidad
José S. Alvarez, fundador
Carlos Correa Luna, director
José M. Cao, dibujante
Año VIII, Nº 371, Buenos Aires, 11 de Noviembre de 1905

lunes, septiembre 06, 2010

Pro Escudo y Bandera de la Ciudad de Buenos Aires

Debido a que próximamente, Facebook dejará de permitir que las páginas de Causes.com figuren en los Muros, hemos decidido mudar la campaña No nos cambien la bandera ni el escudo de Buenos Aires a una página de Facebook con el nombre "Pro Escudo y Bandera de Buenos Aires".


Los invitamos a sumarse a la causa haciendo clic (pinchando) en "Me gusta".

Asimismo, los animamos a seguir invitando amigos para evitar que sigan adelante estos proyectos que pretenden mutilar la historia e identidad católica e hispánica de la Ciudad de Buenos Aires.


viernes, agosto 27, 2010

Ortiz y San Pelayo: "El patriarca de los españoles" residentes en la Argentina

De entre todos los veteranos carlistas que arribaron a estas tierras a fines del siglo XIX, quizá el que mayor protagonismo tuvo en el nuevo país fue Félix Ortiz y San Pelayo.

Félix había nacido en Azpeitía, Guipúzcoa, el 20 de noviembre de 1856. Provenía de una familia de buena posición y su padre había sido un médico famoso. Con su padrino, el organista José F. Aldahor, comenzó a estudiar música siendo aún niño. Comprobadas sus habilidades musicales, en octubre de 1872 se matriculó como alumno de la Escuela Nacional de Música y, dos años después, realizó estudios en el Conservatorio de París. Finalmente, en junio de 1879 obtendría el Primer Premio en los Concursos Públicos de Armonía, lo que le hubiese abierto las puertas para una duradera carrera como compositor e intérprete musical.

Sin embargo, contemporáneamente había estallado la Guerra Carlista. Y Félix, fiel a sus ideales católicos, se alistó en las huestes de Don Carlos. Poco sabemos de su actuación excepto que llegó a alférez. Terminada la guerra, marchó al exilio.

A fines de 1879 llegó así a la Argentina. En la Escuela de Música de la Provincia de Buenos Aires fue contratado como profesor y, al mismo tiempo, comenzó a dirigir la primera de muchas orquestas de zarzuelas con las que andaría en los años siguientes. Ya el 27 de mayo de 1880, con el auspicio de la sociedad vasca Laurak Bat, estrenó en el principal teatro de Buenos Aires, el de la Victoria, su vals brillante para piano "A las playas españolas".

Dos años después estrena dos zarzuelas, "El medallón" y "De Rusia a Valladolid". El 23 de julio de 1882 estrena su "Misa concertada a cuatro voces con acompañamiento de órganos", y que acompañaría una Misa celebrada en la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, en la Recoleta, el 8 de septiembre siguiente.

Habiendo transcurrido tres años en la Argentina, regresó a su ciudad natal, junto a un amigo argentino, joven de padres vascos, Ibarlucea, con quien visitaron amigos y familiares, para pasar luego a Italia, donde pretendían perfeccionarse. José Manterola, desde las páginas del periódico bilingüe Euskal-Erria, se hizo eco del acontecimiento y saludo al joven músico. En Milán, junto a los principales maestros de música de la época, Ortiz y San Pelayo pasó tres años.

En 1885, acompañando con su orquesta al pianista francés Alphonse Thibaud, regresó a la Argentina. Tanto Thibaud como Ortiz y San Pelayo se quedaron.

Ese mismo año, Félix estrenó una "Cantata vasca" y dos años después, una "Tercera fantasía vascongada". Ese mismo 1887, Ortiz y San Pelayo fue designado profesor titular de Música en el Colegio del Salvador de los padres jesuitas, cargo que ocuparía durante décadas.

El 18 de febrero de 1900, Ortiz y San Pelayo estrenó en el Teatro de la Victoria, ante numeroso público, su ópera "Artzay Mutilla", cantada completamente en vasco. Es ésta, según los críticos, su obra cumbre y, además, cuenta en su haber con ser la primera ópera en vascuence compuesta y estrenada fuera de las Vascongadas.

Mientras tanto, Félix Ortiz y San Pelayo no se desantendía de los asuntos políticos y sociales de España y los españoles residentes en el exterior. Fue así como participó en 1896 de la fundación de la Asociación Patriótica Española, cuyo fin originario había sido apoyar a España durante la Guerra de Cuba, no sólo contrarrestando la propaganda liberal, sino también llegando a financiar la compra de un buque de guerra. Las actividades de la Patriótica no se limitaban a estos aspectos, sino que también incluían la difusión cultural y el apoyo económico de los inmigrantes españoles en la Argentina.

Estando al frente de la Patriótica, en 1900, Félix solicitó al presidente argentino Julio A. Roca la supresión de ciertas estrofas del Himno nacional de este país que eran injustamente hirientes con lo español. Obtenido este fin, la Patriótica agradeció el gesto convocando a todos los españoles residentes en Buenos Aires a participar efusivamente de celebraciones festivas frente a la Casa de Gobierno. La colectividad española acudió en masa y las actividades fueron seguidas con interés desde los balcones de la Casa Rosada por el presidente Roca y sus ministros.

No todos los españoles residentes en la Argentina estaban de acuerdo con estas políticas de la Patriótica, y de esa fecha data una de las numerosas polémicas que Ortiz y San Pelayo sostendría durante su vida. Esta vez fue Grandmontagne quien escribía con sorna, "se hace más por la patria vendiendo aceitunas españolas que ensayando un himno de confraternidad hispanoamericana, del cual nos reímos todos hispanoamericanamente". En cualquier caso, los encuentros de confraternidad que de ahí en más organizaría la Patriótica Española fueron siempre exitosos.

El Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Espinosa, fue buen amigo de Félix Ortiz y San Pelayo, y lo animó a ejercer la docencia musical para el clero bonaerense. En septiembre de 1901, con dirección en la calle Lima 507 de Buenos Aires, domicilio de los Ortiz de San Pelayo, comenzó a publicarse La Lira Sacra: Periódico de música sagrada, con aprobación, bendición y recomendación del arzobispado.

Como otros carlistas inmigrantes, tal el caso por ejemplo de Francisco Durá, Ortiz y San Pelayo se pasó al integrismo, acompañando el cisma de Nocedal y Romea. A diferencia de los carlistas que seguían fieles a Don Carlos, acaudillados por Francisco de Paula Oller, que permanecieron en general actuando entre la colectividad española, los integristas se sumaron a las luchas de los católicos argentinos contra las políticas laicistas de los gobiernos de la República Argentina. En este carácter, Ortiz y San Pelayo se unió a la Asociación Católica de Estrada, Achával Rodríguez, Lamarca, etc., también conocido como "Club Católico".

Aunque luego de 1890 el Club Católico disminuyó mucho su incidencia, siguió colaborando activamente durante décadas, hasta su desaparición, integrando su Comisión Directiva y Revisora de Cuentas. Incluso estuvo entre quienes lo reformaron en 1905 y participó de la Liga Social creada por Emilio Lamarca.

Siendo terciario franciscano, fue también presidente del Directorio Nacional de la Venerable Orden Tercera. Y desde allí presidió su Congreso Nacional de 1906, donde expuso acerca de "El porvenir de la Democracia Cristiana" (se refiere al concepto de democracia social de León XIII y no a la democracia política).

En cuanto a los asuntos de la colectividad española en la Argentina, integristas y carlistas sí colaboraban. Ortiz y San Pelayo, junto a Francisco de Paula Oller, Mons. Villanova Sáenz y Ramón Parborel, fundó, en abril de 1907, la Sociedad Española de la Virgen del Pilar. Por unanimidad, Félix Ortiz y San Pelayo fue designado su primer presidente. Ese mismo año, tuvo también el honor de dirigir la orquesta durante la Misa cantada que ofreció Mons. Espinosa en la iglesia del Pilar con motivo del 50º Aniversario de la Asociación Española de Socorros Mutuos, a la que también pertenecía.

Nuevamente, el 26 de septiembre de 1907, volvió a verse junto a carlistas, compartiendo la Comida de Confraternidad Hispano-Argentina que brindaron el Diario Español y la revista Caras y Caretas. En la foto publicada en esta última, puede verse a Ortiz y San Pelayo junto a J. G. Alvarez, director en esa época de El Legitimista Español.

En la década de 1910, lideró un frente de carlistas, integristas y demás "españolistas" que se hacen con el control del Laurak Bat, desplazando a los nacionalistas. Ortiz y San Pelayo sería presidente de la sociedad vasca en los períodos 1912-1913 y 1916-1917. Los "españolistas", como eran apostrofados por los nacionalistas vascos, lograron mantener este control casi hasta fines de la década de 1920. En 1912 los sectores nacionalistas habían editado en Buenos Aires el ensayo de Sabino Arana El Partido Carlista y los fueros vasco-navarros, que fue muy combatido por Ortiz y San Pelayo.

El bienestar de la colectividad española en la Argentina seguía siendo su principal preocupación. En 1907, estando al frente de la Patriótica, escribía: "La Patriótica Española empieza por recoger a los españoles que a sus puertas acuden en busca de colocación, llegando a cifras fabulosas los que por su mediación han hallado empleo. Ella promueve esa deliciosa corriente de cariño entre las naciones americanas y España; ella crea los bonos para dar de comer y hospedaje a los españoles necesitados; ella suministra pasaje gratis y a bajos precios a los compatriotas que por enfermedad quieren reimpatriarse; ella se ocupa en varias ocasiones de facilitar el indulto a prófugos y desertores, sin que les cueste ni el valor del papel en que se extienden las solicitudes, ni el trabajo de extenderlas; ella suministra datos que le son requeridos desde España o por españoles residentes en el extranjero". En 1912, la Sociedad del Pilar, aún dirigida por Ortiz y San Pelayo, envió una circular, firmada por él y el secretario Ernesto Sureda, convocando a la colectividad española a formar una institución para proteger a las mujeres inmigrantes españolas que llegaban a Buenos Aires, solas y expuestas a toda clase de peligros, a veces engañadas por sus mismos parientes y coterráneos. El 30 de agosto, en consecuencia, bajo la guía espiritual del Padre Masferrer, se fundó el Patronato Español.

En 1910, con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo, la figura de Ortiz y San Pelayo adquirió nuevamente protagonismo. La visita de Valle Inclán y de la "infanta" Isabel a la Argentina fueron motivo de agria controversia entre sectores carlistas e integristas.

En tanto dirigente de la Patriótica, Ortiz de San Pelayo estuvo en la comisión que recibió a la Infanta. Acusados de traición, especialmente aquellos integristas que provenían del carlismo, éstos, a su vez, señalaban las heterodoxias de Valle Inclán que los carlistas parecían pasar por alto.

Cuando en 1913, Manuel Gálvez y Delfina Bunge regresan de su luna de miel por España y el primero publica El solar de la raza, Ortiz y San Pelayo —“vasco archicatólico, tradicionalista y rabioso, personalidad recia y de más méritos personales que literarios”, según Gálvez— le ofreció un banquete en su honor.

La Guerra Mundial trajo nuevas controversias. Producido el cisma de Vázquez de Mella, el veterano dirigente carlista Francisco de Paula Oller fundó en Buenos Aires el periódico España para sostener la causa del mellismo. Liderando a integristas y jaimistas, Ortiz y San Pelayo dirigió duros ataques a las tesis mellistas desde su columna en el Diario Español. Oller replicó también con fuerza a su antiguo amigo.

En 1917, Ortiz y San Pelayo publicó su Vindicación de los españoles en las regiones del Plata, recordando no sólo la aportación de los españoles al desarrollo de la Argentina, sino también la intervención de los mismos en la misma España, contra quienes los acusaban de desinteresarse de las preocupaciones de su patria.

En su carácter de Presidente de la Asociación Patriótica Española, y representando a 397 sociedades hispánicas de la Argentina (sólo faltaban las socialistas, republicanas y laicistas), Ortiz y San Pelayo pronunció el discurso de recepción de los aviadores del hidroavión “Plus Ultra” en Buenos Aires: “¡Qué triunfo para España! ¡Qué gloria para la patria querida del alma, contra la que siempre se cebaron la maledicencia, la insidia y la intriga ocultando sus proezas con los gases asfixiantes de la leyenda negra!”, dijo. En 1929 trajo a la Argentina a José Millán-Astray, cuyas azañas se ocupó de difundir, logrando una verdadera gira triunfal.

En la década de 1930, más allá de las controversias, Félix Ortiz y San Pelayo era ya "el patriarca de los españoles". En ese carácter, en 1934, tuvo a su cargo la conferencia inaugural de la Sección Española, durante el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, exponiendo, ante gran parte del clero argentino y dignatarios venidos de todo el mundo, acerca de "El reinado de la Eucaristía en el templo".

Entre otros, fue autor de los siguientes trabajos editados:
  • Apuntes de teoría de solfeo (1880), que utilizaba en sus clases de la Escuela de Música y, luego, en el Colegio del Salvador.

  • Tipos del natural (1900), recopilación de artículos.

  • Pío X y la música sagrada: Comentarios (1904), estudio de la música sacra a la luz de los documentos emitidos por San Pío X.

  • Los vascos en América (1913), verdadera tesis de sociología sobre los inmigrantes vascos, sus dificultades, vínculos con la madre patria, asociacionismo, etc.

  • Boceto histórico de la Asociación Patriótica Española: Desde su fundación hasta el Congreso de Sociedades Españolas (1914), documento fundamental sobre la principal asociación española en la Argentina durante décadas.

  • Españoles y españoles: La colectividad española en la Argentina y los visitantes españoles (1915), crítica de "los señoritos" que visitaban el país haciendo críticas mordases, frente a la verdad del agradecimiento de los inmigrantes con su nueva patria.

  • Problemas pavorosos: El teatro, los frailes, la ciencia impía (1915), recopilación de artículos polémicos sobre distintas cuestiones.

  • Vindicación de los españoles en las naciones del Plata (1917), ya nos hemos referido a éste.

  • Nuestra música: La música española (1920), interesante sistematización de la música española y argentina.

  • De ciudadanía y de Euskarismo (1924), recopilación de artículos críticos acerca del nacionalismo vasco.

  • El “Plus Ultra” en Buenos Aires: Historia de un cablegrama que no existió (1926), sobre la llegada del hidroavión que revolucionó la aviación española y argentina.

  • Teatro Colón: Representación de la ópera “Artzai-Mutilla” (1927), palabras pronunciadas durante el homenaje que se le hiciera al autor en el Teatro Colón de Buenos Aires, el principal teatro de ópera de América del Sur.

  • Por mi Fe y por mi Patria (1930), recopilación de textos polémicos sobre política y religión.

  • La emigración y la Fe (1931), nuevo estudio sociológico sobre los inmigrantes españoles y su relación con la fe.

  • Los ex-soberanos de España: Algunos episodios de la vida de los últimos soberanos españoles, el gobierno de la nueva República española y los últimos acontecimientos (1931), coautoría con el Dr. Carlos Malagarriaga y el Pbro. Dr. Gustavo J. Franceschi.
En 1940, en Buenos Aires, don Félix Ortiz y San Pelayo, músico notable, polemista, activista católico, vasco y patriota español, agradecido con la Argentina y líder de la colectividad española, pasó a la Eternidad. Estaba casado con Luisa Echaniz.

“España se divorció de su legítimo esposo y se ha vuelto a casar con el Liberalismo; y ha buscado un amante en la Masonería; y con su sistema de poliandria y encontrando dos tiranos, se ha prostituido. Mientras Jesucristo era el Noble Esposo de España, ésta marchaba con favorabilísimos vientos, derramando por doquiera la semilla del Evangelio, para justa gloria y renombre de tan amante esposa” -- Problemas pavorosos (Buenos Aires: Editorial "La Facultad", 1915, p. 215).

“Adorámoste, Cristo, y bendecímoste que por tu Santa Cruz redimiste a España de la barbarie arriana, de la musulmana, de la perfidia judía, de las ambiciones y tropelías de países extraños y le concediste días de indeleble e inigualable gloria, regalándole con un Nuevo Mundo, con ejércitos de sabios, de santos, de héroes, con legiones de exploradores que admira el universo mundo, con cuerpo de ejército misionero tan intrépido que no había obstáculo ni dique capaz de impedir que sus esforzados corazones llevaran por todas las latitudes de la tierra nuestra civilización, la civilización evangélica, la que ha redimido a los pueblos de la bestialidad y de la barbarie (…).
“¿Ha dado más honra a España Pi y Margall que San Ignacio de Loyola; es más conocida España por Salmerón que por San Francisco Javier, más admirada por Castelar que por San Francisco de Borja, más enaltecida por las obras vibrantes que salen de las plumas de los sabios del Ateneo que por los PP. Rivadeneyra, Algué, Faura, Civera, Urraburu, Martín y tantísimos otros? (…).
“Levante España la Cruz Redentora que llevó por tierras y mares a todos los extremos del mundo y reine en ella, con dominio absoluto, el Sacratísimo Corazón de Jesús (…).
“¿Hay persona decente que consienta que sus hijos lean las obras de este avaro escritor? (Blasco Ibáñez) ¡Por Dios Santo! ¿Serán capaces los liberales de hacerlo aparecer como maestro de moral? ¿Y permiten que sus esposas e hijas lo lean? Tal vez, pueden creer los airados paisanos del Señor Obispo de Vitoria, que debe conocer a Malthus, que sostiene que hay que poner coto a la procreación. O a Locke y Condillac, que vanamente se esfuerzan queriendo demostrar que el sexualismo explica todos los fenómenos del alma. O a Kant, filósofo copioso lleno de ideas raras sobre la objetividad y subjetividad que nada define, desde que a cada tesis presenta su antitesis correspondiente. Quien dice que cree en Dios, pero que las leyes morales no nos obligan porque vienen de Dios, sino que vienen de Dios porque nos obligan… O de Krausse, ecléctico alemán; o Hegel, que sigue las teorías de Kant; o de Cousin, el institutor de la escuela ecléctica.” -- Un puñado de verdades (pp. 57-9, 61, 202-3)