comandante del Batallón de Voluntarios de Oribe en Montevideo
conformado con veteranos carlistas
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Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau.
Que, asimismo, se modifica la denominación del feriado del día 12 de octubre, dotando a dicha fecha, de un significado acorde al valor que asigna nuestra Constitución Nacional y diversos tratados y declaraciones de derechos humanos a la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos.
El Instituto de Filosofía Práctica de la Ciudad de Buenos Aires invita a la tertulia en la cual el Dr. Luis E. Roldán expondrá sobre "Entre el Laicismo y la Laicidad", el día jueves 4 de noviembre de 2010, a las 19.30 horas, en la sede del Instituto, calle Viamonte, nº 1596, piso 1º. Confirmar asistencia al teléfono (011) 4371-3315 ó al correo electrónico infip@fibertel.com.ar
Se invita a las familias a la celebración de Cristo rey, que tendrá lugar, Dios mediante, el sábado 30 del corriente --víspera de dicha fiesta, según el calendario litúrgico tradicional de la Santa Iglesia romana-- en la sede de FAMINAT (San Martín y Riccheri - Bella Vista), consistiendo la reunión en un almuerzo a la canasta, en cuyo transcurso el Dr. Luis E. Roldán disertará acerca del sentido de la misma en la actualidad.
Octubre de 2010Confirmar a de_ruschi@yahoo.com.ar ; juan@lagalaye.com.ar ; german.rocca@yahoo.es
A continuación reproducimos como imagen la reseña que motivó esta réplica (pinchar en ella para agrander y leer).Buenos Aires, marzo de 2010.
Señor Director
Revista Ahora Información
De mi mayor consideración,
Grande fue mi sorpresa al leer en el último número de vuestra prestigiosa revista tradicionalista una nota laudatoria para con F. A. Hayek bajo la excusa de una reseña bibliográfica. Entiendo que el tradicionalismo, a diferencia de las ideologías, no es una doctrina sectaria y, por eso, puede muy bien descubrir “semillas de verdad” en donde sea que se exponga un pensamiento. Incluso, comprendo que, muchas veces, estas ideologías, mientras nos acompañan en un trecho del camino, pueden tener formas de exponer la verdad que nos enriquezcan. Así, un tradicionalista puede descubrir, escondido entre mucha “paja”, verdadero “trigo limpio” en alguna de las obras de la Escuela Austríaca de Economía, uno de cuyos principales referentes fue Hayek. Podremos citar, entre las últimas publicaciones, los estudios históricos de Hoppe o los que sobre la ética de la emisión de moneda ha dado a luz Hülsmann. Entiendo, finalmente, también que, en el espacio de una columna, el autor de una reseña no tenga lugar para mayores disquisiciones. Sin embargo, no lo podemos dejar pasar pues aprovecha esa columna para hacer una serie de afirmaciones que me merecen algunos comentarios. Amicus Plato…
Comienza la notícula excusándose por traer a mentas a un autor “que se autodenominaba liberal”. Pero, a renglón seguido, se lo corrige póstumamente como “conservador” sobre la base de la definición que de esta ideología hizo Russell Kirk. Sin entrar en detalles sobre las reales posibilidades de un conservadorismo culturalmente protestante y revolucionario de Kirk y los suyos que fuera tan bien criticada en nuestro medio por Rubén Calderón Bouchet (“El conservadorismo anglosajón”, Verbo, edición argentina, nn. 332-333, mayo-junio de 1993, pp. 69-88), es al menos sospechoso que, en una revista tradicionalista, se haga elogio de un “conservador” por ser meramente tal – sabiendo las reminiscencias que esta palabreja trae a un carlista.
A continuación la reseña afirma que este libro de Hayek sería “una defensa de la tradición y de la religión para explicar el orden libre que siempre defendió frente a los totalitarismos”. Primero habría que ver qué “orden libre” fue el que Hayek siempre defendió frente a los totalitarismos. En segundo lugar, si este orden hayekiano tiene alguna coincidencia con el orden natural y cristiano que defendemos. Y, finalmente, si realmente el libro éste, entendemos que las citas elegidas son ejemplificativas del mismo, defiende qué tradición y qué religión.
No deseo abusar de su benevolencia mi estimado Señor Director ni de sus lectores, en el que caso en que llegara a publicarse esta carta, por lo que intentaré ser breve para exponer cada uno de estos puntos, trayendo referencias donde puedan indagar aquéllos que quieran profundizar.
Respecto a la libertad, dice Hayek casi citando a Rousseau, “nuestra fe en la libertad no descansa en los resultados previsibles en circunstancias especiales, sino en la creencia de que, en fin de cuentas, dejará libres para el bien más fuerzas que para el mal” (Los fundamentos de la libertad [Madrid: Unión, 1975], p. 58). En el que es quizá su libro más conocido, Camino de servidumbre (Madrid: Alianza, 1985), hace una glorificación del individualismo, cuya esencia define como “el reconocimiento del individuo como juez supremo de sus propios fines [y] la creencia en que, en lo posible, sus propios fines deben gobernar sus acciones” (p. 90), recordando las posturas más cínicas y duras de Spencer. Sin olvidar, aprobando a Tucker, cantar loas al egoísmo, “ese motor esencial de la naturaleza humana” (Los fundamentos…, p. 92), o a la desigualdad económica, cuya falta haría “imposible” el progreso económico (Los fundamentos…, p. 71).
Hasta aquí algunas ideas características de Hayek. Queda por analizar si estos conceptos son compatibles con los de la tradición cristiana. En ese sentido, sabemos en buena escolástica que la libertad puede definirse como una potencia, una capacidad para algo, pero que en el hombre, ese algo está delimitado por el bien. Es decir, se es libre para hacer el bien; para practicar la virtud; nadie es libre en el vicio, sino esclavo. Por lo tanto, no puede haber verdadera libertad cuando uno actúa motorizado por el egoísmo. En el mismo sentido, pero visto desde otra perspectiva, la libertad es un punto de llegada y no de partida: haciendo el bien se es libre; no es que por ser psicológicamente libre que uno hace el bien (¡menos aún en un estado de naturaleza caída!). Si los trascendentales son entre sí intercambiables, lo mismo que Nuestro Señor dice de la verdad (la verdad os hará libres), podríamos predicarlo del bien.
Como se puede apreciar, las diferencias entre una concepción y la otra son radical y esencialmente distintas. Aún cuando puedan coincidir en la crítica de los regímenes totalitarios, más o menos evidentes, las posiciones desde donde se lanzan las críticas son diferentes… y lo mismo, los remedios para poner fin a esos males.
Queda finalmente analizar si este libro, en base a las citas escogidas, significa una rectificación, aunque más no sea tácita, de las ideas sostenidas con anterioridad. ¿Estaba Hayek transitando su camino de Damasco?
¿Es “la visión religiosa según la cual la moral está determinada por procesos que nos resultan incomprensibles” (y que Hayek considera más acertada, aunque sus esquemas le parezcan “científicamente infundados”), es – decíamos – la visión de la Iglesia? Bien sabemos que esta idea de una moral irracionalista y fideísta, sostenida únicamente sobre argumentos historicistas, poco tiene que ver con la Tradición viva de la Iglesia, bien expuesta en la doctrina de los Papas y sus mejores doctores. Esta postura un tanto caricaturesca, que nos recuerda al primer Lamennais, tiene a lo sumo el gusto del pensador que llegado el fin comienza recién a comprender que sólo sabe que no sabe y que su ideología y sus utopías se desmoronan ante lo que no puede explicar con su porción de ciencia.
Y llegados a este punto, regresamos al comienzo. El tradicionalista puede abrevar en distintas fuentes, delimitado únicamente por la evidencia de lo que las cosas son, pero no es justo que, por querer ganarse a “los hombres de buena voluntad”, termine siendo negligente al profundizar en la verdad que ha recibido. Podemos buscar “semillas de verdad” tanto en Hayek como en Keynes o Marx, pero no al precio de desconocer la riquísima tradición de pensamiento económico, social y político cristiano. No negamos que quizá las formas, los ejemplos, los esquemas, puedan necesitar actualizaciones o mejoras; pero ellas siempre surgidas del amor y no del desprecio, del reconocimiento de aquéllos sobre cuyos hombros descansamos.
Estaba pasando unos días en Esperanza, provincia de Santa Fe. Durante una cena me sirvieron un buen vino, un "Federico de Alvear". Cuando me llenaban la copa observé que había un escudo en la etiqueta, que se repetía en el cuello de la botella. [...]Así llegué a descubrir que en España hay una bodega de igual nombre que usa (o usaba) en sus botellas un escudo similar.No se trataba, en realidad, sólo de “una bodega del mismo nombre”, sino de la misma bodega, creada en España y que llegó luego a la Argentina.[...]
...reemplazará el denominado Día de la Raza por el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, y se lo conmemorará en el segundo lunes del mes de octubre.
restituir "tradiciones muy fuertes" que hacen a la identidad nacional.
“España se divorció de su legítimo esposo y se ha vuelto a casar con el Liberalismo; y ha buscado un amante en la Masonería; y con su sistema de poliandria y encontrando dos tiranos, se ha prostituido. Mientras Jesucristo era el Noble Esposo de España, ésta marchaba con favorabilísimos vientos, derramando por doquiera la semilla del Evangelio, para justa gloria y renombre de tan amante esposa” -- Problemas pavorosos (Buenos Aires: Editorial "La Facultad", 1915, p. 215).
“Adorámoste, Cristo, y bendecímoste que por tu Santa Cruz redimiste a España de la barbarie arriana, de la musulmana, de la perfidia judía, de las ambiciones y tropelías de países extraños y le concediste días de indeleble e inigualable gloria, regalándole con un Nuevo Mundo, con ejércitos de sabios, de santos, de héroes, con legiones de exploradores que admira el universo mundo, con cuerpo de ejército misionero tan intrépido que no había obstáculo ni dique capaz de impedir que sus esforzados corazones llevaran por todas las latitudes de la tierra nuestra civilización, la civilización evangélica, la que ha redimido a los pueblos de la bestialidad y de la barbarie (…).
“¿Ha dado más honra a España Pi y Margall que San Ignacio de Loyola; es más conocida España por Salmerón que por San Francisco Javier, más admirada por Castelar que por San Francisco de Borja, más enaltecida por las obras vibrantes que salen de las plumas de los sabios del Ateneo que por los PP. Rivadeneyra, Algué, Faura, Civera, Urraburu, Martín y tantísimos otros? (…).
“Levante España la Cruz Redentora que llevó por tierras y mares a todos los extremos del mundo y reine en ella, con dominio absoluto, el Sacratísimo Corazón de Jesús (…).
“¿Hay persona decente que consienta que sus hijos lean las obras de este avaro escritor? (Blasco Ibáñez) ¡Por Dios Santo! ¿Serán capaces los liberales de hacerlo aparecer como maestro de moral? ¿Y permiten que sus esposas e hijas lo lean? Tal vez, pueden creer los airados paisanos del Señor Obispo de Vitoria, que debe conocer a Malthus, que sostiene que hay que poner coto a la procreación. O a Locke y Condillac, que vanamente se esfuerzan queriendo demostrar que el sexualismo explica todos los fenómenos del alma. O a Kant, filósofo copioso lleno de ideas raras sobre la objetividad y subjetividad que nada define, desde que a cada tesis presenta su antitesis correspondiente. Quien dice que cree en Dios, pero que las leyes morales no nos obligan porque vienen de Dios, sino que vienen de Dios porque nos obligan… O de Krausse, ecléctico alemán; o Hegel, que sigue las teorías de Kant; o de Cousin, el institutor de la escuela ecléctica.” -- Un puñado de verdades (pp. 57-9, 61, 202-3)