viernes, septiembre 29, 2006

Carlismo, ¿argentino?

Nos dicen: “¿Qué tiene que ver el Carlismo con la Argentina?” “¿No es acaso una doctrina política española?” Y nos llegan otras preguntas en el mismo tenor.

Hay varias respuestas. Ensayaremos algunas. La vinculación de la Argentina con el Carlismo se da en varios niveles.

En primer lugar está el hecho histórico de la inmigración de veteranos de las Guerras Carlistas a la Argentina.

Generalmente se ha vinculado el Carlismo a la inmigración vasca temprana, la que se dio en tiempos de Rosas, de vascos pastores que entraron por Montevideo, de ahí a la campaña uruguaya, cruzaron el río Uruguay y se establecieron en Entre Ríos, sur de Santa Fe y Provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos volvieron a empuñar las armas, identificándose con las causas de Oribe y Rosas en un primer momento, luego con Urquiza y aún con López Jordán. Fueron importantes ganaderos –primero de ovejas, luego de vacunos—y algunos de sus descendientes se mezclaron con las familias tradicionales del país, conservando en muchos casos los vínculos con su cultura.

Pero no sólo hubo vascos entre los carlistas inmigrantes, sino también un importante grupo de catalanes –familias como Bargalló o Tristany que también se integraron a la sociedad porteña. Y grupos de españoles “en general”, simpatizantes de la causa, como los fundadores de la Sociedad Española “La Marina”, creadora del tradicional club de remo del Tigre: “Club de Regatas La Marina” –cuyos colores gules y plata (rojo y blanco) son un recuerdo del carlismo de sus fundadores.

Tal fue la presencia del Carlismo en estas tierras que, como ha documentado el historiador y genealogista Bernardo Lozier Almazán (“Presencia carlista en Buenos Aires”), sostuvieron un diario –“El Legitimista Español”, una Comisión Central de Propaganda Carlista de América del Sud con sede en Buenos Aires e, incluso, una Juventud Carlista de Buenos Aires –que no sólo agrupaba a descendientes de inmigrantes carlistas, sino a muchos simpatizantes, incluso de origen italiano. Con el paso del tiempo, muchas familias olvidaron su origen, pero unas pocas sí conservaron el recuerdo de la lucha de sus antepasados con orgullo.

Pero hay una causa más profunda que nos permite hablar de la posibilidad del Carlismo en la Argentina. Una causa que no es nostalgia de “aquellos buenos tiempos”. Una causa más profunda.

El gran franciscano porteño del 1820, Francisco de Paula Castañeda, repetía eso de que “por Castilla somos gente” y así le recordaba a los jacobinos que nos gobernaban en ese momento e intentaban imponernos doctrinas foráneas, castillos en el aire pergeñados en tenidas y clubes de pensamiento europeos; les recordaba que la Argentina es una rama del gran tronco que es la Hispanidad, las Españas. Y siendo el Carlismo la concreción en el tiempo de las tradiciones hispánicas, el Carlismo no sólo atañe la actual nación-estado hoy llamada España, sino a ese conjunto, esa “unidad de destino en lo universal” según genial resumen de alguien ajeno al Carlismo, esa nación espiritual o, mejor, esa patria que es la Hispanidad, las Españas plurales que se extienden desde el antiguo Franco Condado hasta las Filipinas, pero que se han conservado en la América hispana, desde la California hasta la Tierra del Fuego, que se han transmitido quizás en su forma más pura –si hemos de creer como muchos historiadores que mientras en la España peninsular se extendían las doctrinas del humanismo renacentista, en la España de allende el mar se continuaba la Hispánitas medieval. Esa cultura profundamente católica, hispánica a la vez que orgullosa de sus peculiaridades locales y –en cierta forma- monárquica que aún podemos encontrar (no sin dificultad) en el interior de nuestro país y en las tradiciones de algunas familias.

Entonces, aquí, el lema Dios-Patria-Fueros-Rey no es una ideología, sino una realidad concreta que se vive y se siente instintivamente, aunque esté en estos momentos marginada y en vías de extinción. Desde “Carlismo Argentino” queremos defender esta tradición hispano-católica y reconquistar lo que aparentemente ya se ha perdido, pero que en realidad se encuentra sólo un poco olvidado, ayudándole a adoptar una forma concreta de la mano de los grandes teóricos del Carlismo.

martes, septiembre 19, 2006

Respaldo filial e incondicional a S.S. Benedicto XVI

Nota de la Permanente de la Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista (C.T.C.)

RESPALDO FILIAL E INCONDICIONAL A S.S. BENEDICTO XVI

El contenido de una conferencia dictada por su santidad el Papa en un recinto universitario de Ratisbona, interpretado con ligereza y fuera de contexto por algunos medios de comunicación, ha servido de pretexto a distintos medios y personajes del mundo musulmán para arremeter contra la persona del Papa, la Sta. Sede y el cristianismo. Simultáneamente, algunos medios "occidentales" obedientes a la trama anticristiana, han desatado una campaña de descrédito y de difamación contra el Vicario de Cristo, tratando de devaluar y desautorizar el esfuerzo permanente de reconciliación y pacificación que la Iglesia Católica hace en el conflictivo mundo actual.

Ante todo ello, la Comunión Tradicionalista Carlista quiere hacer públicas las siguientes afirmaciones:

1ª La persona y la investidura de S.S. el Papa merecen y exigen la veneración más absoluta, por lo que los ataques, calumnias y vejaciones de cualquier orden o procedencia recibirán de los cristianos un repudio total.
Esta Comunión estudia la posibilidad de emprender las acciones legales pertinentes, a nivel nacional e internacional, en defensa de la imagen de S.S.

2º Consideramos que la reacción de algunos sectores musulmanes en distintas latitudes es producto de la desinformación, la incultura y la manipulación. Resulta especialmente significativo que sea un monarca desacreditado y sumiso a las potencias anglosajonas el que trate de lavar su imagen ante el mundo árabe arremetiendo contra el Vicario de Cristo.

3º Rechazamos la interpretación sectaria que de este incidente han hecho algunos medios de comunicación (N.York Times, El País, la BBC etc.) que precisamente obedecen a aquellos intereses económicos y políticos en cuyo servicio se efectúa la intervención armada en Oriente Medio.

4º Rechazamos así mismo cualquier intento de utilización de la figura del Papa en aras de electoralismos oportunistas. Y más aun el uso de su autoridad moral como supuesto respaldo de políticas que, en su día, fueron condenadas por la Sta. Sede y por su predecesor como contrarias al derecho internacional.

5º Consideramos que el escandaloso tratamiento dado a este incidente, al producirse después de una visita del Vicario de Cristo al centro de Europa, de consecuencias pastorales trascendentales, ilustra suficientemente que algunos sectores del extremismo musulmán son juguetes de la manipulación de poderes mundiales en la sombra.

Ante todo ello, la C.T.C. reitera públicamente su filial adhesión a Benedicto XVI y a la Iglesia Católica, e insta a todos sus miembros, amigos y simpatizantes, así como al pueblo católico en general, a formar una piña en torno al Papa y a rechazar con firmeza, caridad y claridad estas insidias y manipulaciones.

Madrid, 17 de Septiembre del 2006

viernes, septiembre 15, 2006

Un poco de historia

Pero antes de proseguir con el ideario, un poco de historia.

Por lo menos cuando yo iba al secundario, los argentinos estudiamos la historia española más o menos durante lo que suele llamarse (mal) “período colonial” hasta 1810 y después parece que a España se la traga la tierra.

Si hacemos un poquito de memoria, recordaremos a la Casa de Austria al frente del Imperio Español en los siglos XVI y XVII, defendiendo lo que queda de la Cristiandad en los mares y las campos de batalla europeos. Pero con la muerte del último de los Austrias, se quedan con el poder los Borbones, ya en el XVIII.

A mano de los ministros franceses o afrancesados de estos reyes, comienza así un período de “modernización”: centralismo, supresión de libertades locales (fueros), penetración de la llamada Ilustración, persecución de los jesuitas, excesos en política religiosa (regalismo), etc., etc. Todo lo cual culmina con la derrota frente a Gran Bretaña en Trafalgar y (años después) la invasión napoleónica. Y como consecuencia inmediata: las independencias americanas. Todo lo cual dañó la economía y, lo que es más importante, la sociedad española de manera que para el 1800 poco quedaba del gran imperio hispánico.

En el medio de esto, las intrigas del Príncipe Fernando (el futuro Fernando VII), el Ministro Godoy, el rey Carlos IV, Napoleón y los ingleses. Por otro lado, el movimiento juntista, originalmente de tendencia tradicionalista, pero luego copado por el liberalismo afrancesado y la masonería pro-británica, pareció asumir para sí (en nombre de ese concepto tan vago: “el pueblo”) la soberanía de la nación. Es así como las Cortes reunidas en Cádiz promulgan una constitución liberal.

El absolutismo ilustrado daba a luz al liberalismo, que primero será monárquico-constitucional, luego republicano y hoy prefiere una monarquía que “ni pincha ni corta”. Enfrente el tradicionalismo. El mismo que en nombre de la libertad (o de las libertades, en realidad) se había opuesto a las reformas absolutistas, ahora volvía a enfrentarse a quienes pretendían luchar por la “Libertad”. Un nuevo absolutismo en realidad, el de los partidarios de “la igualdad, la libertad y la fraternidad” de las guillotinas, las revoluciones, el comercio libre, las logias secretas, el monopolio de la enseñanza, la proletarización, la centralización y la burocratización...

Tras la llamada Guerra de Independencia española (respecto de Francia, que no de Gran Bretaña), Fernando VII osciló entre el tradicionalismo, el absolutismo y el liberalismo. Pero mientras los últimos se unificaban y aburguesaban, gracias a los negocios que significaba el reemplazo del monopolio hispánico por la globalización británica, los tradicionalistas esperaban la sucesión de Fernando en su hermano menor Carlos gracias a la falta de hijos del primero.

Simplificando así mucho, llegamos a 1830 y la sanción de la Pragmática por la que el rey impedía la sucesión en su hermano y favorecía a su hija recién nacida, Isabel. Ya desde esos tiempos, los tradicionalistas, partidarios del infante Carlos María Isidro, comienzan a ser conocidos como “carlistas”.

Muerto Fernando VII, su mujer Cristina, en nombre de Isabel, comienza a gobernar de la mano de los liberales. Se producen manifestaciones anti-liberales, especialmente entre los veteranos realistas, el pueblo más tradicional y algunos elementos militares. Se producen sublevaciones a favor de Don Carlos por todo el territorio español y comienza así la Primera Guerra Carlista, a la que le seguirán dos más, hasta la heroica Cruzada de 1936-1939.

“Casi sin medios, con más voluntarios que fusiles, los carlistas supieron crear ejércitos de la nada y poner en serios apuros a los gobiernos liberales.

“Pero a pesar de todos los enormes sacrificios y heroísmos, el carlismo no llegó a triunfar militarmente. EL LIBERALISMO SE IMPUSO POR LA FUERZA.”

lunes, septiembre 04, 2006

Dios, Patria, Fueros, Rey

Si me seguiste hasta acá, posiblemente querés saber qué esto del lema: Dios, Patria, Fueros, Rey.

Dice uno de los textos citados en la entrada anterior, n. 45 “el lema”:

“Los puntos fundamentales en que compendia el ideario carlista son cuatro: Dios, patria, fueros, rey,

a) El Carlismo invoca a Dios para afirmar su concepción teocéntrica del mundo y de la vida, en la más estricta fidelidad a las enseñanzas seculares de la cátedra de San Pedro, cuya misión adopta.

b) El Carlismo invoca a la patria para significar que sustenta un federalismo histórico tradicional, fundamentado en la idea tridentina del hombre concreto y desfalleciente.

c) El Carlismo invoca los fueros para manifestar que con ellos defiende las reales libertades jurídico-políticas concretas acuñadas por la historia.

d) Y el Carlismo invoca al rey para significar que postula una monarquía servidora de aquellos principios, y por eso mismo llave de la unidad de las Españas, definidas por Carlos VII en su Testamento como una entidad política ‘una e indivisible’.”

En otras palabras, el Carlismo quiere un estado confesional (que no un estado clerical o teocrático) –que actúe según el Derecho Natural y Cristiano, una verdadera y legítima “política cristiana” como pedía Juan Pablo II en su homilía en París con motivo de la celebración de la Conversión de Clodoveo. El Carlismo, siendo tradicionalista, es consecuentemente patriótico al considerar al hombre en su contexto familiar, social, espacial y temporal –sin utopismo universalistas o centralismos totalitarios. El Carlismo respeta (y busca restaurar) las costumbres y tradiciones de carácter legal que se han ido cimentando a lo largo de los siglos y las generaciones, especialmente en cuanto tienen de respeto de las libertades concretas de las personas, las comunidades y las actividades socioeconómicas. Finalmente, el Carlismo es monárquico, según su sentido tradicional –una corona que respetando las diferencias culturales, históricas, políticas y sociales, que obediente de la ley de Dios, de la Patria y de las libertades históricas (fueros), unifique a los pueblos hispanos en sus comunes afanes y aspiraciones.

Sé que para un argentino (quizás como para cualquier otro hispanoamericano) este último punto del ideario carlista puede resultar excéntrico, como mínimo; pero ya iremos analizando el porqué de esta propuesta.