viernes, marzo 30, 2007
Malvinas argentinas
viernes, marzo 23, 2007
Hispanidad y Carlismo
Y en este momento viene a mi memoria… América, que no está nuestro porvenir sólo en la Península y en el Estrecho, que está en América también.
…
Ya lo dije un día: la cordillera Cantábrica es un brazo de España, y termina en Galicia su mano, y tiene un índice, Finisterre, que, con la sombra temblorosa que proyecta en el mar, está señalando a América.
Cuando hablamos de cuestiones internacionales, no debemos apartar nunca de nuestra mente y de nuestro corazón a América. Señores, contando a Cuba, a Puerto Rico, y a las pequeñas Antillas, nosotros hemos creado veinte estados que están bañados por nuestra civilización, y un estadista verdaderamente español debía aprovechar todas las ocasiones para dirigirse a ellos y decirles: Os hemos dado nuestra fe, os hemos dado nuestras costumbres, porque nosotros os hemos llevados hasta el gobierno representativo y hemos celebrado las primeras Cortes del Nuevo Mundo. Nosotros os hemos dado aquel municipio glorioso de las ordenanzas seculares de Alonso de Cárdenas, que sirvieron, en el siglo XVIII, de base al de los Estados Unidos y del cual nosotros sacábamos la copia, sin saber que el original lo teníamos en la propia casa; nosotros os hemos dado las leyes inmortales de Indias que no había dado jamás ningún pueblo; aquellas leyes en las cuales, en todos los litigios, se prefería al indígena sobre el peninsular, y que establecieron en el siglo XVI la jornada de ocho horas para los indios mejicanos; nosotros hemos cubierto en poco más de un siglo, desde la época del descubrimiento, de universidades y de escuelas el continente americano, en tal forma, que su catálogo, todavía incompleto, produce verdadero asombro; nosotros os hemos dado nuestro carácter con sus virtudes y sus defectos, y la sangre española que corrió durante siglos y siglos, despoblando el patrio solar; y, por manos de apóstoles y de héroes, hemos arrancado del tronco peninsular ramas frondosas y las hemos injertado en las razas indígenas, a las que hemos sellado con el sello indeleble de nuestra civilización, de tal manera, que si un cataclismo geográfico hundiera parte del continente americano, no podrían las olas cubrir la cruz de nuestros misioneros, ni el murmullo de esas olas apagar las estrofas de nuestra lengua, y todavía andarían errantes sobre ellas las sombras de Hernán Cortés y de Balboa, para decir a los supervivientes que, en la hora en que la madre Patria disminuye de vida, tienen ellos obligación de devolvernos algo de lo que les dimos y de fundir su vida con la nuestra para formar un imperio espiritual que sea todavía más ilustre y más grande que nuestro antiguo imperio.
-- Juan Vázquez de Mella, discurso en el Congreso del 28 de mayo de 1914,
citado en Juan Vázquez de Mella, “El tradicionalismo español: Ideario social y político”, estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra (Buenos Aires: Dictio, 1980 [2ª edición revisada de la aparecida en Madrid en 1953]).
miércoles, marzo 21, 2007
La dificultad monárquica
Pero siendo la Historia “maestra de vida” al decir de Cicerón, qué mejor que comenzar con un artículo del reconocido genealogista e historiador (simpatizante del Carlismo para más) Don Bernardo Lozier Almazán. La revista virtual del Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad Católica de La Plata, dirigida por Fernando de Estrada, publica en su número 28 (enero – marzo de 2007) la primera parte de una “Reseña histórica de los proyectos monárquicos en el Río de la Plata”.
Con maestría, Lozier Almazán explica el famoso “complot” carlotista que, bajo la guía de Manuel Belgrano, pretendía coronar a la princesa Carlota Joaquina de Borbón como reina del Río de la Plata. Paso seguido, el historiador sanisidrense nos ejemplifica el sentir monárquico del pueblo argentino aún tras la llamada Revolución de Mayo (1810) en el también famoso suceso de la borrachera del patricio Atanasio Duarte que, al proclamar a Saavedra “rey de América”, dio inicio a la pelea entre morenistas y saavedristas.
viernes, marzo 09, 2007
10 de marzo: Mártires de la Tradición
viernes, marzo 02, 2007
Un comisario de leyenda
Dicen que hasta hace unas décadas se contaban aún por los pagos del oeste al sur de la Provincia de Buenos Aires, las andanzas de “Gorra Colorada”. Desde Pehuajó hasta Necochea se hablaba de este comisario vasco que limpió la campaña de vagos y criminales.
Era éste un navarro, de nombre Luis Aldaz, veterano de las Guerras Carlistas y que, tras escapar de varias cárceles en la España peninsular, vino a parar a la Argentina. Se alistó (o lo engancharon) y peleó contra López Jordán en Entre Ríos. Pero pasó luego a la Provincia de Buenos Aires y allí se hizo famoso por su apodo, con casi toda seguridad derivado de su boina roja carlista que, dicen, lucía orgulloso.
Encolumnado en el partido de Adolfo Alsina, el “alsinismo”, en 1874 combatió en el mítico combate de La Verde (cerca de Nueve de Julio), como uno de los 800 hombres del teniente coronel José Inocencio Arias, quienes protegidos en el casco de la estancia del mismo nombre, defendieron sus posiciones contra el grueso del ejército de Bartolomé Mitre, que debió retirarse derrotado.
Hombre capaz, rudo y de pocas palabras, fue muy querido en su Provincia de Buenos Aires, que recorrió en toda su extensión. Su hazaña más famosa fue la captura del famoso “Tigre de Quequén”, Felipe Pacheco, al que se le achacaban catorce muertes. En diciembre de 1875, Gorra Colorada, al frente de una partida de 10 soldados de línea, persigue al Tigre por las cuevas de Quequén y lo capturan cuando éste baja al río. “Date por preso Pacheco, le dice Aldaz, entregate sin resistencia porque estás rodeado y yo soy Gorra Colorada.” No hacía falta decir nada más, el tan temido Tigre se dejó atrapar. Aún desde Necochea salen excursiones para visitar las cuevas del Tigre y el lugar donde fue capturado este mítico gaucho matrero.
En 1891 el comisario Aldaz se vio envuelto en el conflicto municipal de Morón cuando hubo dos intentendentes: Narciso Agüero y Gregorio de Laferrère, produciéndose casi una pequeña guerra civil, donde Gorra Colorada toma partido por el primero.
Falleció en 1920. Uno de sus nietos fue el actor cinematográfico Luis de Alda.