En 1854 tiene lugar en España la llamada revolución de los progresistas: una vez más la Revolución se devora a sus hijos.

Sin embargo, en 1860 el carlismo toma nueva fuerza (aparecen algunos nuevos periódicos de importante tirada como El Pensamiento Navarro). Y el pretendiente Carlos VI pergeña un audaz golpe.
En marzo el conde de Montemolín desembarca en las Islas Baleares y se entrevista con el capitán general Jaime Ortega Olleta. Éste, comandante de una expedición militar que se dirigía a África, se pliega secretamente a la causa carlista y hace desembarcar a sus 4.000 hombres en una playa cerca de San Carlos de la Rápita, en la España peninsular, a comienzos de abril.
Ortega Olleta ordena a sus hombres marchar sobre Tortosa sin indicar las razones. Se produce un motín, y un tal coronel Rodríguez Vera, dando vivas a Isabel II, toma el mando de la expedición. Mientras Ortega Olleta era fusilado, Carlos VI y su hermano Don Fernando son apresados por la Guardia Civil y enviados a Tortosa, donde son obligados a renunciar a sus derechos dinásticos y exiliarse.
Siguen meses de confusión. En junio el tercer hijo de Carlos V, el infante Juan, el conde de Montizón, que vivía en Londres, asume los derechos al trono como Juan III. Hace un llamamiento pacífico a las Cortes y a su prima Isabel II. Pero, al mismo tiempo, su hermano mayor Carlos VI, declara nulas las abdicaciones forzadas, se retracta y desautoriza a su hermano.

Tras la muerte de Carlos VI a comienzos de 1861, Juan III exige al Partido Carlista que lo siga por legitimidad y que adhiera a sus ideas políticas liberales. Crisis que amenaza destruir el Carlismo para siempre.
Es así que en septiembre de ese año, la princesa de Beira (segunda mujer de Carlos V) envía una carta pública a Juan III pidiéndole su reconvención e instándolo a retractarse o abdicar. Así esta princesa viuda de origen portugués, asistida por el obispo Caixal y el publicista Pedro de la Hoz, expone con precisión y fuerza el principio tradicional de legitimidad de ejercicio.
Juan III se encuentra sólo. Las bases sólo lo siguen nominalmente, pero no quieren saber nada con convertirse al liberalismo, la ideología que persiguió a sus padres y abuelos. Es así que finalmente en julio del ’62, Don Juan sigue el cauce natural de sus ideas liberales, renuncia a sus derechos y presta sumisión a Isabel II.
Pero justo cuando todo parecía perdido y el Carlismo condenado, asume la jefatura del mismo, junto a la pretensión a la corona de las Españas, Don Carlos María, el duque de Madrid, Carlos VII… el arquetipo del monarca carlista.
Imágenes (de arriba a abajo): Carlos VI y Juan III.