Los pasados 24 y 25 de julio tuvieron lugar las festividades de San Francisco Solano y Santiago Apóstol, respectivamente. Ambos santos tienen un significado muy importante especialmente en el Noroeste Argentino, el antiguo Reyno del Tucumán.
El franciscano Francisco Solano fue el gran evangelizador entre los indígenas de la zona y, al mismo tiempo, uno de los grandes reformadores eclesiásticos del Tucumán y el Perú del siglo XVI según el espíritu del Concilio de Trento.
Santiago, el apóstol caballero de tan honda significación para los españoles veteranos de la Reconquista, fue el patrono de la primera ciudad de la región que aún pervive: Santiago del Estero.
Francisco, nacido en Montilla (Andalucía), era el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez. Su madre era hidalga y su padre, quizá descendiente de la casa noble navarra, fue dos veces alcalde de su ciudad. Aunque estudió con los jesuitas, se vio atraído por los franciscanos de San Pedro de Alcántara. Tras tomar los hábitos, partió a las misiones. Siempre llevaba consigo una especie de violín — instrumento que atraía a los indios desde regiones lejanas y a quienes enseñaba la buena doctrina. La presencia del violín en el folclore norteño es en recuerdo del Santo. Vino al Tucumán, a pie desde Panamá, pasando una larga estadía en el Perú. Aún en Santiago del Estero se conserva el cordón de su hábito y una casulla que usó para decir Misa. En San Miguel del Tucumán se conserva otra casulla suya. En La Rioja está aún el tronco seco de un naranjo que plantó con su mano.
Santiago el Mayor, uno de los “hijos del trueno”, apóstol de Nuestro Señor Jesucristo al que se apareció la Virgen en el Pilar de Zaragoza, y quien combatió junto a las tropas cristianas de Don Ramiro en la batalla de Clavijo. Al ser fundada la ciudad de Santiago del Estero, se encomienda la misma al Apóstol como “luz y espejo de las Españas”, según las actas. Cuentan las crónicas que, Juan Gregorio Bazán, caballero y vecino de Santiago, combatía a los salvajes que hostigaban a santiagueños e indios pacíficos al grito de “¡Nuestra Señora, Santiago y a ellos!”
En estas tierras argentinas, catolicidad e hispanidad están irremediablemente entrelazadas. No puede rechazarse una sin rechazar la otra.
El franciscano Francisco Solano fue el gran evangelizador entre los indígenas de la zona y, al mismo tiempo, uno de los grandes reformadores eclesiásticos del Tucumán y el Perú del siglo XVI según el espíritu del Concilio de Trento.
Santiago, el apóstol caballero de tan honda significación para los españoles veteranos de la Reconquista, fue el patrono de la primera ciudad de la región que aún pervive: Santiago del Estero.
Francisco, nacido en Montilla (Andalucía), era el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez. Su madre era hidalga y su padre, quizá descendiente de la casa noble navarra, fue dos veces alcalde de su ciudad. Aunque estudió con los jesuitas, se vio atraído por los franciscanos de San Pedro de Alcántara. Tras tomar los hábitos, partió a las misiones. Siempre llevaba consigo una especie de violín — instrumento que atraía a los indios desde regiones lejanas y a quienes enseñaba la buena doctrina. La presencia del violín en el folclore norteño es en recuerdo del Santo. Vino al Tucumán, a pie desde Panamá, pasando una larga estadía en el Perú. Aún en Santiago del Estero se conserva el cordón de su hábito y una casulla que usó para decir Misa. En San Miguel del Tucumán se conserva otra casulla suya. En La Rioja está aún el tronco seco de un naranjo que plantó con su mano.
Santiago el Mayor, uno de los “hijos del trueno”, apóstol de Nuestro Señor Jesucristo al que se apareció la Virgen en el Pilar de Zaragoza, y quien combatió junto a las tropas cristianas de Don Ramiro en la batalla de Clavijo. Al ser fundada la ciudad de Santiago del Estero, se encomienda la misma al Apóstol como “luz y espejo de las Españas”, según las actas. Cuentan las crónicas que, Juan Gregorio Bazán, caballero y vecino de Santiago, combatía a los salvajes que hostigaban a santiagueños e indios pacíficos al grito de “¡Nuestra Señora, Santiago y a ellos!”
En estas tierras argentinas, catolicidad e hispanidad están irremediablemente entrelazadas. No puede rechazarse una sin rechazar la otra.
Esta nota fue compuesta con datos ofrecidos por los organizadores de la VI Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana, que tendrá lugar en la ciudad de Salta, los próximos 27 y 28 de agosto.
Informes e inscripción: civ.cristiana.y.mariana@gmail.comAsimismo, nos permitimos recomendar el grupo de correos electrónicos Isabel de Iberoamérica, animado por el Sr. Luis Mesquita, donde suele compartirse información muy interesante sobre la tradición hispánica de la Argentina.
Imagen de San Francisco Solano, con el violín al cinto.
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